…mi querido Capitán.

Por: Enrique Castillo González

Apolinar Castillo Rosas, General de Brigada retirado, cuando recibía a sus nietos varones, esos de entre los 8 y 11 años de edad, les contaba largas historias de su vida militar.

A mí, parte activa de ese nutrido grupo de infantiles individuos me quedan en la memoria un par de esas joyas verbales; así las contaba mi abuelo – “en una ocasión, siendo yo Capitán y yendo yo al mando de mis tropas, ello por la parte de la selva y manglares del sur del Estado de Veracruz, cuando estábamos por ir al paso después de un alto horal, detuve la orden de avanzar, un sargento me informó que -faltaba uno-. Justo decía eso el comandante de su pelotón cuando de entre los arbustos salió medio corriendo y medio tropezando ese que me reportaban faltando. El soldado, un chamaco de no más de 16 años, llevaba la mano derecha sujetando y tratando de subir el pantalón mientras con la otra mano y brazo luchaba para que no se le saliera del hombro la correa y por ende el Máuser. El soldado gritaba asustado por lo que estuve a segundos de ordenar se desmontara para colocarnos en posición defensiva y repeler una agresión; fue cuando escuchamos gruñidos de jabalí ese de buen tamaño que venía detrás del soldado que sujetaba arma y calzones mientras corría y gritaba.

Sin esperar órdenes -seguía relatando mi abuelo -el cabo Ferrera y el soldado Hernández le dispararon con muy buen tino al cuche salvaje, herido todavía corrió varios metros antes de caer muerto; el soldadito correteado y aún con los prietas nalgas descubiertas enganchó miradas agradecidas a sus atinados salvadores, yo -decía mi abuelo carcajeándose con su recuerdo – ya viendo el peligro superado, desde mi montura no paraba de festejar esa aventura con enormes risotadas, bueno- agregó mi General Apolinar- esa aventura nos unió toda la vida a quienes la vivimos.

La otra historia que mi abuelo Apolinar nos platicaba era más de hombres, y para platicar esa le cambiaba el tono a la voz y el color de su lenguaje corporal mutaba -allá por los 30as había en la Ciudad de México una pequeña tiple muy pispireta, esa cantaba una alegre canción donde quienes la escuchaban tenían que acompañarla en los coros- así contaba mi abuelo, y seguía -entre plumas en su sombrero y dejando ver sus rabadillas ella cantaba “soy capitán primero el más valiente del batallón, pero en cosa de amores soy General y de División…-los coros nos hacían decir – … ay ay ya ay…mi querido Capitán…ay ay ya ay, mi querido Capitán, -recuerdo que, mientras nos contaba su historia, Apolinar volteaba a la puerta esperando tener a distancia a la madre de sus diez hijos- y lo recuerdo no obstante que tenía yo solo ocho años; mi abuelito decía -ayudé a la Conesa a bajar de una mesa, su manita parecía de porcelana y el sudor de la palma de su esa manita me acompañó mucho tiempo- dicho eso Apolinar, el señor General retirado y padre de más de tres Generales volvió a checar el perímetro buscando tener lejos a Francisca, madre de aquellos diez.

Por qué traigo estas historias del “Capitán” Apolinar Castillo Rosas a este patrullamiento? Lo explico.

En anteriores apuntes hemos dado cuenta de extraordinarias historias donde un militar mexicano quien hoy es un señor General de División en situación de (honroso) retiro, nos ha dejado conocer cómo fue que vivió los grados de subteniente y teniente, en este momento, es decir, ahora mismo, Carlos D/G/O nos da su tiempo y nos explicará en pocas palabras el grado militar de Capitán, y a decir del General Gaytán (y por lo que nos dejó saber del General Castillo Rosas) el pasar por el grado de las tres barras, es algo intenso. El hijo de Durón lo cuenta así.

-El Capitán es el crisol de todo cuanto puede aprender un oficial. Es asimismo, el más romántico de los grados o jerarquías militares. Pero sobre todo, es el más poderoso oficial encuadrado en una Corporación- wow, vaya manera de iniciar una explicación, y sigue.

-Las razones hablan por sí mismas. Explico…

Concursa, igual que lo venía haciendo, para alcanzar tal posición. Lo hace bajo la “ley del embudo” siempre. Es decir que muchos son los llamados, pero pocos los elegidos- el General, ya vuelto capitán para fines de su explicación, da un largo trago a su excelente café y sigue

-Me correspondió concurrir a “promoción” estando como alumno en la Escuela Superior de Guerra. En el papel (en ejercicios hipotéticos) mandaba una Brigada, en la realidad buscaba ser Comandante de un Escuadrón- entiendo aquí que el General (en aquel rol de Capitán) explicó el perfil de quien trazaba estrategias sobre la “carta”, ese era el Comandante de una Brigada hipoteca cuando en la realidad sólo podría hacer operar una Sección o una Compañía- y siguió comentando.

-El Capitán encuadrado manda un promedio de entre 120 a 150 hombres, combatientes todos- y explica.

-Es ahora (el Capitán) parte de ese pequeño grupo al que él Coronel (Comandante de la Unidad) escucha, para la toma de decisiones.

-Su responsabilidad – sigue explicando -es muy alta -Lo sé por experiencia, -dice GO… y sigue.

-Hay factores adicionales que quiero compartir- sigue diciendo -Como en mi caso que, al ser hijo de un ameritado militar, no te permiten y menos te perdonan una falla, a riesgo de ser tachado de “junior”. Esfuerzo doble.

Además, estar realizando el curso de Estado Mayor, hace que busquen en uno la infalibilidad. NO, no es sencillo.

Hay mucho que sacrificar para alcanzar el privilegio de ostentarse como !Capitán!

En esta parte de su apunte el General y Capitán pre tempore hablaba emocionado

-Logré el objetivo para, al graduarme como Oficial de Estado Mayor y Licenciado en Administración Militar, asumiría en consecuencia el mando de un Escuadrón en el agreste noroeste de nuestro país.

Cuantos recuerdos de fatigas, misiones diversas, ejercicios y maniobras tácticas

-Más que escuchar su voz oía el grito de su mirada…Gaytán seguía.

-La formación del militar se fortalece mucho en este caso. La madurez personal y profesional toman rasgos de consolidación.

Se avanza, sin “prisa, pero sin pausa”… -el Capitán pre tempore se detiene y deja escuchar sus pensamiento-

-Si, me gustaría volver a ser Capitán, sin duda!

Pero …. Lo que ha de ser, será!!
Es cuanto!…un alocado y solitario aplauso tronó entre las paredes del Tanque de Ideas pero al verse en mal momento se ahogó solo.

Concluyo. De cierto es algo más que difícil el querer explicar los cambios en las estructuras dentro de las entrañas de un soldado profesional cuando ese va aumentando sus grados. La población civil sólo responde a las pocas figuras semióticas que alcanza a entender, más para los alguna vez oficiales de arma cada escalón que sube merece toda una reestructuración de su psiquis.

Sea como sea, el recuerdo más claro que tengo de mi abuelo Apolinar es imaginarlo en su uniforme de Capitán del Ejército Constitucionalista ayudando a bajar de una mesa de madera a la tiple que ahí bailaba.

Último patrullaje.- Se observa con claridad que un enemigo invisible está buscando llevar a la SEDENA (que no al Ejército Mexicano) a una campiña (de ahí viene “campaña) donde los funcionarios uniformados no se sienten a gusto. La Secretaria de la Defensa Nacional, sus funcionarios y el Estado Mayor que acompaña el número “1” de esa (SEDENA) no gustan de entrar a batallas dentro del espectro mediático, eso lo están aprovechando quienes los han metido ahí.

Acá, quienes rodeamos la mesa de este Think Tank tenemos claro que, desde la acción contra Salvador Cienfuegos hasta los empellones hacia Luis C Sandoval detrás alguien da las instrucciones y, ese habla en inglés. Hay perversidad en mis apuntes? La tinta es de tenebra?… al tiempo.

Balazo al aire.- !Arriba la 5ta.!

Greguería.- A ver, explico, cuando alguien en vez de usar tinta en su bolígrafo usa bilis… se nota.

Oximoron.- Mirada de ciego.

Haiku.- Merced de esa tu voz.

Pues me da vida,

montaña…mi montaña.

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