¿Por qué los perros se lamen los…?
Por: Enrique Castillo González
He de dejar claro algo antes de meternos a las tripas de este “patrullamiento”; el darle título a la editorial de hoy me ocupó tres días. Como usted lee existe un tinte de vulgaridad y grosería en la intención del cabeceo de este artículo; traer la imagen prosaica de un animal en esa acción bien pudo provocar que posibles lectores simplemente pongan cara de asco y pasen a otra lectura, sin embargo, pido a usted autorice a sus ojos el seguir leyendo, muy posiblemente, en el futuro de este apunte logre yo conectar la intención del título con el quid de mi objetivo. Pasemos a un asunto que al final estará ligado a los párrafos anteriores.
¿Por qué ayer en la comunidad de Cerocahui del Municipio de Urique, en el sur del Estado de Chihuahua, el sicario, mal llamado Chueco, correteó hasta el interior de la parroquia a un laico y le dio muerte? ¿por qué ese mismo criminal asesinó a dos sacerdotes cuando esos llegaron a darle auxilio al feligrés que, como ha sucedido por miles de años con millones de feligreses, buscó amparo y refugio dentro de un templo? Va otra batería de preguntas.
¿Por qué, en Acapulco, allá por los años del 2011 al 2013, se generó una banda de secuestradores y homicidas que luego de privar de la libertad a sus martirizados pedía rescate y, recibido o no asesinaban a sus víctimas por la sencilla razón de que los secuestrados conocían perfectamente a sus secuestradores? Antes de llegar a otros paisajes respondo todas las preguntas; tanto la acción del perro como la de los dos temas criminales tienen una sola respuesta… lo hicieron porque pueden; y doy otro paso hacia la parte más oscura de este bosque de información.
En el tema del homicidio de los sacerdotes dentro de la parroquia de la misión Jesuita empotrada desde hace decenas de años en el corazón de la Sierra Tarahumara, debe saberse, los octogenarios de la Compañía de Jesús, Javier Campos y Joaquín Mora vivieron por más de 50 años consagrados a su ministerio; en contraste, el homicida era dueño de los espacios que pisaba. Desde hace décadas el “chueco” tenía control absoluto de la vida y actos de cuanto ser humano viviese o visitara sus terrenos (sic), definitivamente el criminal “las podía” mientras que los misioneros estaban a expensas de las decisiones del poderoso chueco.
En otra lectura de “poder”; la banda de secuestradores compuesta por estudiantes del Tecnológico de Acapulco forjaron sus capacidades criminales en el hecho de que, por esos días, la estructura de Seguridad y Justicia en el Puerto de Acapulco estaba pulverizada, la posteriormente etiquetada como la “banda de los Cahori” se disfrazaba (sic) de célula de un Cártel poderoso e insinuaba que “si los familiares de la víctima levantaban el perfil de sus demandas de justicia entonces irían por otro miembro de la familia”, y algo aún más siniestro, dejaban pensar que “la victima ejecutada” era miembro de una pandilla rival por ello los padres de la o el ejecutado decidían guardar silencio y llorar a su familiar. Fueron 39 secuestros y eran 9 los miembros de “la banda de los Cahori”. Ah, hay algo aún más impactante, los secuestradores solían asistir a los velorios de sus víctimas, llegando a darse escenas propias de alguna película de Alfred Hitchcock; en más de una ocasión la madre de la víctima le dijo a Leslie Cahori “Leslie, a ti te queda la ropa de mi hija, llévate la que gustes; La homicida metía sus manos en el ropero.
Como lo dije antes, la capacidad de los tres ejemplos fue la misma, el chueco, como los criminales y el perro, hicieron eso por la simple y sencilla razón de “poder hacerlo”.
Los espacios y la impunidad que el Gobierno (de Chihuahua como el de entonces el de Guerrero) dieron a los criminales para hacer lo que se les viniera gana. Tal y como ha sucedido cuando grupos de criminales levantan a niñas en la calle y luego de vejarlas las sueltan… lo hacen, por la misma capacidad que les da a los perros de tocarse las bolas a su antojo… porque pueden.
¿Prosaico? Por supuesto que lo soy; más, tal como se los explico a mis pares dentro del Think Tank, fueron tres días de buscar la ingeniería en la redacción para bajar ese singular ejemplo del poder que tiene el can de hacer justamente lo que le da satisfacción.
Último patrullaje.- La imagen, per sé, fue impactante; mientras un sedicente comandante de la mal nombrada Policía Comunitaria de las comunidades de Tula y Xicotlan (Chilapa… montaña baja de Guerrero) iniciaba una conferencia de prensa informando que el grupo rival de los Ardillos “no respetaba” e insistía en querer quitarles terreno, de pronto detonaciones de armas de fuego (escopeta y cal 22mm) se adueñaron del espacio, el Comandante siguió dando su conferencia pero ahora desde el piso, las cámaras hicieron tomas de compañeros periodistas tirados en la tierra, las detonaciones se seguían dando y el comandante seguía hablando.
Ya fuera de esa zona se corrió la versión de que quienes habían organizado la entonces accidentada Conferencia a la que convocaron a los medios habían dispuesto un montaje, “las mismas armas que se escucharon detonar han sido detonadas en otros eventos similares por la misma zona”.
Lo cierto es que, si los líderes de esos grupos armados de pobladores originales hacen tales montajes para tener la atención de los funcionarios estatales, créanme, están mostrando ingenio y perversidad, cosa de seguir en el tema.
Balazo al aire.- Cuando de la tenebra se hace artesanía.
Greguería.- ¿! Por qué pateaste al perro!? -pregunta el padre a su menor hijo- es que lambió mi torta- responde enojado el hijo –lamió- corrige el señor –ah no, si me la mea lo mato- concluye el chaval- PLOP.
Oxímoron.- Político honesto.
Haiku.- Aquí sigo montaña,
junto a tus labios.
Dame un beso.