Por: Antonio León

Sus lágrimas no le alcanzaban para desahogarse y tranquilizarse un poco, sus dos hijos, día tras día, casi se mueren de hambre, su salario como empleada de una tortillería no le alcanzaba para satisfacer todas las necesidades de su familia, siempre con hambre, siempre con las ganas insatisfechas, siempre con el deseo de que alcanzara para un poquito más. Su marido había muerto hace poco más de un año, cuando balacearon el camión repartidor de cerveza que manejaba. La empresa sólo le dio una mínima indemnización de tres meses de trabajo y nada más, el seguro social no le otorgó pensión a Eutimia, argumentando que su marido no había cotizado las semanas suficientes para alcanzarla. Por fortuna su difunto esposo, antes de morir, había comprado un terreno en una colonia irregular y logró construir un par de cuartos, un espacio para comedor y un baño, todo con materiales de desecho de otras construcciones. Ahí vivía ella con sus hijos y su madre, adulto mayor que ya no podía trabajar, pero recibía bimestralmente su pensión del bienestar.

Eutimia siempre despertaba angustiada, pensando que no surgiera ni un gasto extraordinario para que le alcanzara para la comida de ese día, para los pasajes de los sus hijos que iban a la escuela y los de ella para ir al trabajo, para comprar el tambo de agua de pipa y el garrafón de agua potable, porque no había red de agua en la colonia, para pagar la energía eléctrica, y para pagar el tanque de gas. Lo primero que hacía antes de abrir los ojos era pedirle a Dios que no se fuera a enfermar nadie de la familia, porque entonces sí sería una tragedia, pues no contaban con ningún servicio médico de salud pública.

La triste realidad de Eutimia y la de decenas de miles de ciudadanos de este municipio parece que nunca cambiará, porque los políticos le han metido la idea de que el abuso de poder no puede ser combatido, porque sería como ponerse con Sansón a las patadas y perder las migajas que obtienen de los gobernantes. Que los políticos siempre tienen la razón, que el pueblo nunca está unido por eso siempre es vencido, que vean la Historia Nacional en donde los héroes siempre sucumbieron, que los líderes populares siempre han perdido ante el poder, ya sea por amenazas o sobornos, que para el pueblo la luz al final del túnel es la del tren gubernamental que siempre los aplastará.

El pueblo siempre pierde, los políticos siempre ganan, las crónicas periodísticas en su inmensa mayoría siempre engrandecerán a los enanos de la función pública, a quienes les ha quedado grande la responsabilidad de representar los auténticos intereses del pueblo.

Como dijera el maestro Carlos Monsivais: la mediocridad, la ausencia de imaginación vital, el abandono de los valores, la codicia y el descrédito a la función pública, son las características de la mayor parte del quehacer político mexicano.

Hasta el martes próximo estimado lector.

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