Por: Antonio León

Para Paulo Freire, existir humanamente, es pronunciar al mundo y transformarlo. El mundo pronunciado, regresa al individuo a través de sus contradicciones sociales, exigiéndole la misma dinámica una actitud participativa.

El ser humano no se hace en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la reflexión y en la acción. Razonar, dialogar y actuar en consecuencia, es transformar al mundo positivamente. El diálogo reflexivo no es propiedad de algunos, sino el derecho de todos los hombres.

Por otro lado, no hay diálogo si no hay humildad. La pronunciación dialéctica del mundo con la cual los hombres lo recrean permanentemente, no puede ser un acto arrogante. ¿Cómo puedo dialogar si no estoy consciente de mi realidad cultural?, ¿cómo si asumo sin bases que sé más que los demás? nadie tiene todo el conocimiento que se necesita para solucionar los problemas comunitarios sociales, por eso es necesario el diálogo para intercambiar teoría y experiencias en bien del colectivo social.

¿Cómo puedo dialogar con mis iguales de clase, si pienso que lo que sé no es de gran utilidad y siempre estoy a expensas de lo que digan los líderes? Para que exista un auténtico diálogo es necesario escuchar todas las voces, no hay nadie que lo ignore todo y tampoco hay alguien que lo sepa todo.

Para un buen desarrollo del diálogo debe haber confianza en que habrán de respetarse todas las opiniones, razonarlas y sacar conclusiones en beneficio de la comunidad, sin embargo, todo aquello que se diga debe coincidir con nuestra conducta pública, porque decir una cosa y hacer otra totalmente diferente a lo que expresamos, genera desconfianza en las propuestas que se expresen.

Es fundamental tomar en cuenta que la calidad de un diálogo se da cuando parte de un análisis crítico de la realidad, porque sin la crítica no hay ningún avance sustantivo, sin crítica todavía estaríamos creyendo que la tierra es plana y está sostenida por cuatro elefantes.

El diálogo debe de establecerse de igual a igual, aun con los líderes, porque puede darse el caso de que los líderes se acerquen al pueblo con proyectos que pueden responder a una visión que tenga el líder, pero que no correspondan a las necesidades prácticas de la comunidad, tal y como lo señaló José Revueltas en su ensayo: Un Proletariado sin Cabeza, en el cual señalaba que en muchas ocasiones la visión ideológica de los líderes de izquierda era simplemente revisionista y no presentaba un auténtico cambio radical que beneficiara al pueblo de manera concreta y permanente. La obligación de un auténtico líder de izquierda es liberar al pueblo, no dominarlo o manipularlo como muchos lo hacen en beneficio personal.

Por ello no se pueden esperar resultados positivos de ningún programa educativo o social, si no representan la visión sustantiva del pueblo, la cual sólo se puede comprender a través del diálogo de igual a igual, sin menosprecio de ninguna expresión del proletariado.

Hasta el martes próximo estimado lector.

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