Podríamos estar peor
Por: Antonio León
Igual que millones de mexicanos, Gabriel ha sido condicionado para vivir en la conformidad, la radio, la televisión y ahora las redes sociales, le han metido como si fuera un embutido, la idea de que está bien como está, porque podría estar peor, como los que viven en la pobreza extrema.
Trabaja como empleado desde hace diez años y ya metió su solicitud para adquirir un departamento a crédito por parte del INFONAVIT, y reza todas las noches para que se le haga este milagro. Se siente a gusto porque al menos puede pagar la renta de donde vive, aunque sean dos cuartos de vecindad, y la comida de su familia. Desde que comenzó a trabajar a la edad de dieciséis años siempre tuvo sus expectativas muy bajas, sólo con la secundaria terminada, no aspiraba a tener ni siquiera los trabajos de la clase media, porque para eso necesitaba mínimo la preparatoria. Desde un principio se dijo: “con que salga para la papa ya la hice”.
A veces cuando se va a la cantina con sus amigos, como que a alguno de sus colegas le llega un poco de conciencia y dice que deberían pensar en superar su nivel de vida, pero Gabriel siempre sale con su: “estamos mal, pero podríamos estar peor, así que es mejor ni quejarse”. Entonces entre trago y trago de cerveza volvían a caer en el remolino de la conformidad: “que sirvan la otras chingado que nuestro dinero también vale”.
Día tras día es lo mismo, no aspira a más porque no sabe cómo hacerlo, no tiene la mínima idea de qué forma podría mejorar su situación económica, a veces piensa en algún negocio pero no alcanza su salario para poder comenzarlo, además no se le ocurre qué clase de negocio podría poner, taquerías hay en varias en la colonia donde vive, además no sabe cómo hacer tacos, ¿un depósito de cerveza?, con lo que costaría la renta de un local y el acondicionamiento del mismo ni de chiste tendría para eso, además le encanta la cerveza, de seguro se bebería ahí mismo sus ganancias, para todos los negocios se requiere una inversión fuerte para comenzar y él no tenía ese capital.
Es tan pasivo intelectualmente, que cree que tal vez un día algún político lo sacará de su miseria existencial, por eso no es capaz de ver la voracidad e ineptitud de las personas que lo gobiernan, de esa manera se conforma con su despensa de pre campañas y campañas, o su pollo en vísperas de noche buena, porque algo es mejor que nada. Parece que su vida sin la mínima esperanza de mejorar y la de millones como él, es un destino inevitable, ser resignado, paciente y sufrido, lo bueno es que no está solo, su conformismo es compartido con los demás miembros de las clases bajas. No sabe cómo exigirles a los políticos que dejen de robarse la mayor parte de las finanzas públicas, por eso nunca lo hará, y la impunidad de la corrupción y el abuso de poder seguirá por los siglos de los siglos.
Allá va Gabriel, mirando hacia abajo y casi nunca hacia arriba, como si cantara a los políticos la canción que interpretara Pedro Infante: “yo para arriba volteo muy poco, y tu (político) para abajo no sabes mirar”. Pero eso no lo es todo, sino que su conformismo va creando políticos cada vez más mediocres y corruptos, ante la falta de exigencias para que sean eficientes y honestos en el gobierno y rindan cuentas al pueblo. Solamente su muerte acabará con sus carencias penitentes, pero no con la de sus parientes jóvenes que vienen atrás de él.
Hasta el próximo martes estimado lector.