Por: Antonio León

Emilio se siente herido casi de muerte por los políticos que presumen representarlo en el poder público. Va por la vida arrastrando los pies con una mínima esperanza de que algún día lo pueda salvar Jesús el Cristo, que haga un milagro, que lo saque de ese estado de indefensión al que lo han orillado los gobernantes que padece, pero su salvador en el ámbito de la fe se encuentra en una cruz, torturado y sufriente como el propio Emilio, que implora por una protección que nunca llega.

Se encuentra sentenciado desde hace ya muchos años, a encontrar su desgracia a la vuelta de la esquina en una bala perdida de un atentado más en plena vía pública, o en la insaciable codicia de los políticos de su tierra, que nada saben de contemplaciones ante el dolor del pueblo que ellos mismos han provocado.

Emilio sueña, pero ya hasta expresar sus sueños le causa desconfianza, porque sabe que sus sueños podrían ser las pesadillas de sus gobernantes, como por ejemplo: la justicia social. Si se llegaran a enterar de las aspiraciones legítimas de él, tal vez lo marginarían asistencialmente, lo acusarían de subversivo, o mínimo de ser un enemigo de las Instituciones que tanto le han dado al pueblo, también podrían intensificar las acciones enajenantes en los medios electrónicos para someterlo mentalmente, o hacerlo ver ante las masas sumisas como un bicho raro enemigo de la paz social.

Sus gobernantes se ríen de él, al mismo tiempo que lo asedian sin el mínimo recato en vísperas de alguna elección, mientras le roban lo que legalmente le pertenece, que es el erario, el dinero que es de todos y no sólo de los políticos, y con ello le roban también su futuro, llegando al extremo de negarlo como sujeto de derecho al escatimarle lo que la Constitución le otorga.

Emilio no reflexiona sobre sus derechos y garantías individuales, no sabe qué es una conciencia de clase ni una ideología, nadie se lo ha enseñado, nadie lo politiza, ¿para qué?, si así ignorante es como mejor le sirve a la alta burocracia política, manipularlo hasta hacerlo caer en una insana satisfacción de conformarse con los desperdicios de la abundancia que se llevan los gobernantes en turno.

Nadie se interesa en sacarlo de precario estado económico y social, ni siquiera los políticos que se presumen de izquierda, porque éstos una vez encaramados al poder, se ubican en el grupo minoritario de los privilegiados con mínimo esfuerzo e impunidad para sus abusos en la función pública, y como dicen por ahí: “perro que prueba el huevo lo seguirá comiendo aunque le revienten el hocico”.

Pobre Emilio, ahí va como autómata por la vida, dando tumbos a diestra y siniestra, a donde lo lleven las corrientes populares sin la mínima conciencia política, económica y social, producto de una Revolución Mexicana que se estancó y se pudrió.

Hasta el próximo martes estimado lector.

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