Por: Antonio León
Merecen una mejor administración del dinero público los habitantes de por estas tierras, en donde se aplaude con resignación y condescendencia a un gobierno fallido en la eficiencia de la administración del erario, gastando en obras suntuosas en lugar de satisfacer las necesidades primordiales de los ciudadanos que todavía son muchas, sería algo así como que alguien le comprara un sombrero de lujo a su esposa y la llevara descalza.
Tal vez si existieran verdaderos partidos de izquierda por estas tierras, sus militantes, mínimamente señalarían las excentricidades y megalomanías con las cuales se despilfarra el dinero del pueblo, lo extraño aquí es que parecen conmover a los izquierdosos de por aquí las pifias del gobierno, en primer lugar, al representante del Sol Azteca de por estos rumbos, quien se ha convertido en algo así como una dama de compañía en actitud solapadora de los traspiés megalómanos gubernamentales.
La mediocridad no debería de darse en la política y sin embargo se da y hasta se celebra porque salpica dinero a sus apologistas.
Con esto no pretendo ofender a nadie, simplemente menciono algo de lo escrito en ensayos sobre la administración pública, en donde señalan que toda acción administrativa en el sector público que no beneficie sustantivamente a la población con el gasto del erario, es una administración ineficiente.
En su libro el Hombre Mediocre, José Ingenieros señaló: “el hombre mediocre lo es sin sospecharlo, no lo es a conciencia, sino que simplemente es arrollado por la enajenación del poder que así lo quiere: mediocre”. Es por ello que no tiene una opinión razonada sobre la vida pública, dado que es mediocre sin saberlo, luego entonces, es necesario que alguien o algunos se dediquen a concientizar al pueblo, porque quien ya ha caído en la mediocridad, siempre será mediocre si no lo salva algún ser pensante.
El hombre mediocre carece de iniciativas sociales, sus entusiasmos son los que le impone el poder, es decir, se entusiasma con los entusiasmos oficiales porque así se lo dictan, y así lo hará porque no tiene criterio, no tiene voluntad, es un hombre mediocre sin darse plenamente cuenta de ello. Es por esencia un títere de los gobernantes, perfectamente amaestrado para vivir en el rebaño de los que aplauden cuando les dan solamente las migajas de su propio pastel.
Otra vez José Ingenieros: «el hombre mediocre piensa con cabeza ajena y es incapaz de formarse ideales propios”. Así que el hombre mediocre no está capacitado para darse cuenta si el gobierno que tiene está ensoberbecido de su propia mediocridad. Ni modo, palo dado ni Dios lo quita.
Hasta el martes próximo estimado lector.