Por: Isidro Bautista Soriano

Este lunes 8 de agosto, en el acto en que entregó certificados y consentimientos de la póliza de seguros de vida del Fondo de Apoyo a Periodistas (FAP), realizado en Chilpancingo, la gobernadora Evelyn Salgado Pineda dijo algunas palabras que deben ser tomadas, en lo más profundo o en lo más remoto de los posibles escenarios, como voz de alerta.

Quizá no las haya dicho en tal sentido, sino a doc con el público y el acontecimiento en particular, pero pudieran prestarse por la proximidad del primer año que libra de su sexenio y ante ciertos hechos que consternan actualmente a la sociedad en el contexto nacional.

Dijo: “cuando tenemos unos cinco minutitos libres, nos metemos a las redes sociales, y leo sus columnas, sus análisis, sus reflexiones, y eso, en lo personal, la verdad, ayuda muchísimo, porque a veces pensamos que vamos por el camino correcto, y en el análisis dicen no: arréglenle por acá… sería mejor que lo hicieran de esta manera”.

Añadió: “Y un gobernante que no escucha la voz del periodismo, que también es pueblo, por supuesto; que no escucha la voz del pueblo a través de los periodistas, pues no va a llegar muy lejos”.

Indicó: “El gobernante necesita escuchar todas las voces y todas las críticas. Para mi todas las críticas son constructivas, hasta las que tiendan a ser destructivas”.

Admitió que “ayudan a mejorar las políticas públicas, a mejorar las estrategias, y, pues, a que vayamos mejorando este camino que llevamos de la transformación en Guerrero a través del gobierno estatal”.

Ojalá que si no todos, que si no casi todos, pero sí la mayoría de sus colaboradores, en específico los de su gabinete, tuvieran oídos para oír y ojos para ver.

Ha habido casos, en todos los gobiernos, en sus tres niveles, de todos los partidos políticos, que no son receptivos, porque se sienten sabios en su propia opinión, o que se apoyan en propia prudencia.

Anda de boca en boca el dicho pagano de que dos cabezas piensan mejor que una, incluso desde niños la oyen y se los enseñan, pero de grandes no la ponen por obra o en práctica, ni siquiera en su vida personal o familiar. Son los sabelotodo.

Hay dependencias que tienen sus juntas de gobierno o sus consejos de administración, y convocan a sus sesiones de trabajo únicamente por mero trámite, o bien dos o tres asesores que nada más son ubicados por recomendaciones o darles empleo.

El fin de semana pasado un grupo de aproximadamente veinte personas se levantó en movimiento de protesta, y llegó hasta el acceso principal del ex palacio de gobierno en Chilpancingo, y una de ellos, visiblemente enojada, increpó a un funcionario que sus superiores lo enviaron como interlocutor de sus demandas.

“¿Por qué hasta ahorita se dignan en querer atendernos? ¿por qué atienden justo cuanto tienen el problema como papa caliente?”, agregó en una publicación compartida en las redes sociales.
Ya está la experiencia del caso Ayotzinapa en Iguala con sus consecuencias todavía latentes: varias cabezas rodadas y otras por tirarlas.

La gobernadora Evelyn Salgado tuvo que ir personalmente hasta el edificio Juan Alvarez, en Chilpancingo, a mediados de marzo, a desactivar una protesta de la CETEG.

El presidente López Obrador tuvo que ir también personalmente hasta la mina del Pinabete, en Coahuila, para tranquilizar los ánimos e inspirar confianza en la búsqueda de los obreros todavía desaparecidos.

Ahora resulta que nadie quiere hacerse responsable de la dichosa mina. Ahora resulta que no tiene dueño; que nadie es culpable de la tragedia. ¿Y la autoridad qué hizo? ¿se hizo de la vista gorda? ¿no escuchó las voces de alerta que hubo previamente? ¿no vio ninguna irregularidad? ¿no hizo visita de inspección?

Deben ayudar a la gobernadora. Fueron colocados en sus puestos para ser como soldados, siempre alertas, y siempre significan 24 horas al día, porque Guerrero es Guerrero.

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