Por: Álvaro Venegas Sánchez
La humanidad sabe y siente que transita en ambiente de guerra. No importa qué tan cerca o distante se encuentre el país donde uno vive respecto a Rusia, Ucrania, Israel, Palestina o Irán. La información llega e impacta el ánimo. Las causas de fondo que las motivan pocos las conocen y comprenden. Incluyendo sectores de los pueblos de las naciones en conflicto. Los gobiernos determinan qué hacer sin consultarlos. Dan por hecho que tienen facultades y el poder para tomar decisiones “en legítima defensa” y “velar por la paz” y “los intereses nacionales” de la casta que gobierna.
¿Acaso Netanyahu, primer ministro de Israel, consensuó con su pueblo emprender el genocidio de palestinos? ¿Donal Trump, cuenta con aprobación de la mayoría de estadounidenses para hacer lo que ha hecho en apenas cinco meses de mandato? Pero ahí están. Incontenibles, auto justificando sus actos, felicitándose y bendiciendo su alianza. El primero, no conforme con matar a más 40 mil gazatíez, entre ellos mujeres y niños, bombardeando hospitales y lugares de distribución de comida y refugio, sin que su ejército sufriera una sola baja, atacó a Irán para extender el conflicto. Y lo ha hecho bajo el argumento de: “impedir que este país termine la producción de bombas nucleares y ponga en riesgo la seguridad de Israel”.
Trump por su parte, en uno de sus desplantes de arrogancia presumió que desactivaría el conflicto Rusia-Ucrania. Hizo llegar a la Casa Blanca al presidente ucraniano sólo para regañarlo, pero sigue apoyándolo. Parecía que haría lo mismo con Netanyahu para moderarlo en el trato a Gaza. Pero algo no cuadró en sus cálculos y ambiciones expansionistas propias. Haya sido por coincidencia ideológica, racismo o interés de ambos para convertir la franja de Gaza en lujosa zona turística, al ministro israelí no inmutaron los exhortos de Trump, y en su obsesión de aniquilamiento, igual que Zelenski, recibió aliento y apoyo.
Pasan los días. Trump abandonó la cumbre del G-7 en Canadá y enseguida desde la Casa Blanca, directamente amedrenta a Irán advirtiéndole que en dos semanas podría decidir invadirlo. Ni él ni Netanyahu importa la condena internacional; no atienden llamados a la cordura de parte de otras naciones; sólo escuchan su propia voz. La ONU exige, lamenta, pide, invita. No la escuchan, más bien la descalifican y para desaliento de la humanidad la proyectan inservible.
Impredecible y reactivo como es Trump no pudo esperar dos semanas. Dio el sabadazo con la Operación Martillo de la Media Noche. A través de su red Trulh social informó haber bombardeado tres sitios nucleares de Irán, felicitó a los pilotos por su eficiencia y precisión destructiva y declaró: “Ahora es el momento de la Paz, Irán debe acordar terminar la guerra”. O sea, sin importarle la presencia de Israel en Gaza, desde su visión, se acabó la conflagración. Claro, “gracias a Estados Unidos y a su gran presidente”. Veremos. La experiencia mexicana indica que la paz no es producto de la represión y belicosidad. ¿Lo será en el concierto internacional? Ojalá, de todo corazón.
En calidad de mientras, los ciudadanos de a pie de todos los pueblos de la tierra, las seguras víctimas “colaterales”, no tenemos más opción que seguir transitando con normalidad bajo este ambiente; en el cual pesa el temor de una tercera guerra mundial. Y esperar, sólo esperar, que llegue la prudencia en aquellos que gobiernan con desplantes demenciales.
Iguala, Gro., junio 23 de 2025
