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París, Francia. Las negociaciones para reducir la contaminación por plásticos se reanudarán el lunes en París, donde 175 naciones con distintas ambiciones deben esbozar un tratado muy esperado, bajo la presión opuesta de la industria y las oenegés.
Embalajes, fibras de ropa, material de construcción, instrumentos médicos… el plástico, derivado del petróleo, es un material omnipresente. Su producción anual, que se duplicó en 20 años, se evalúa en 460 millones de toneladas (Mt) y podría triplicarse de aquí a 2060 sin una acción decidida.
Además, dos tercios del plástico se desecha al cabo de un único o de muy pocos usos y menos del 10% de esos desechos se reciclan.
Los residuos terminan en los océanos, en las banquisas polares, en el estómago de los pájaros e incluso en las cimas de las montañas. Se detectaron microplásticos hasta en la sangre, la leche materna o las placentas.
Ante esta amenaza para la salud y la biodiversidad, la Asamblea de Naciones Unidas por el Medio Ambiente (UNEA) creó en 2022 en Nairobi un Comité Intergubernamental de Negociación (CIN) encargado de elaborar un tratado «jurídicamente vinculante» para 2024.
Tras discusiones iniciales relativamente técnicas en noviembre en Uruguay, el CIN reanudará sus labores del 29 de mayo al 2 de junio en la sede de la UNESCO en París, segunda de las cinco etapas de negociaciones previstas para alcanzar lo que sería un acuerdo histórico sobre el ciclo de vida del plástico.
EQUILIBRIO DE PODERES
Los cinco días de debates no determinarán un proyecto de tratado, pero los más de mil delegados deberían esbozar sus grandes lineamientos.
Estos se desprenderán del equilibrio de poder principalmente entre los países asiáticos que producen la mitad del plástico, algunos grandes consumidores como Estados Unidos y los 53 países de la «Coalición de alta ambición para acabar con la contaminación por plásticos».
Esta coalición, liderada por Ruanda y Noruega, incluye entre otros a la Unión Europea (UE), Canadá, Emiratos Árabes Unidos, y varios países de África Oriental y de América Latina, como México, Perú o Chile.
La «reducción del uso y de la producción de plástico» son las prioridades en su hoja de ruta, rechazadas implícitamente por países como Estados Unidos, que prefieren centrarse en el reciclaje, la innovación y una mejor gestión de los residuos.