Por Liliana Cecilia Peraza Arias
Para los amantes de las letras, el género “Novela de Misterio” es sin duda alguna terreno conocido o por lo menos escuchado recurrentemente. No importa si te inclinas por Poirot, Holmes, Dupin o Miss Marple; dentro de las narrativas no es de extrañar que por lo menos tres de cada cinco utilicen algún tipo de veneno o tóxico como arma homicida.
¿Pero a qué se debe su popularidad? En el siguiente artículo exploraremos brevemente este instrumento literario que década tras década se mantiene como una constante en la trama.
Agatha Christie -a quien muchos de los lectores conocían como “La Reina del Crimen” fue muy conocida en su tiempo por el favoritismo que tenía en sus historias al utilizar el veneno como su arma de elección.
Durante su vida escribió más de 70 novelas, en las cuales, por lo menos 300 de los personajes fueron envenenados. En el libro titulado «A, de arsénico: los venenos de Agatha Christie», la química y escritora K.
Harkup describe como Christie no solo se limitaba a detallar el veneno, sino que poseía una exactitud prodigiosa de las sustancias, sintomatología, facilidad de obtención en el mercado, su detección y la eficacia de sus antídotos. No es de extrañarse que, a falta de literatura científica, los patólogos recurrieran a sus obras; uno de los casos más notables siendo el del envenenador Graham Young durante en el Reino Unido, durante los años 70. Un detalle poco conocido de esta famosa escritora y creadora de Hercule Poirot es que tuvo entrenamiento como enfermera, donde aprendió sobre la fisiopatología de los venenos. Bien dicen que todo lo que uno aprenda en esta vida nos servirá más adelante.

Contemporáneos con Christie, durante los años 1920 y 1930 surgió una explosión que vio nacer la Era de Oro de la Ficción de Misterio, la época de los detectives; donde autores como Dorothy L Sayers, Margaret Allingham, Patricia Wentworth, Gladys Mitchell, Ngaio Marsh y Josephine Tey mataron a sus personajes con algún tipo de toxina. No extrañaba escuchar el arsénico, el cianuro, la morfina, la belladona y algunos somníferos de uso medicinal -o que ésta época también fuese conocida como la Era de Oro de los Venenos.
Sir Arthur Conan Doyle coexistió con el periodo en el que se popularizó el arsénico como remedio para “destronar” a los sucesores de las grandes herencias dentro de las familias, obteniendo el eufemismo de heir powder (polvo del heredero) en Reino Unido. Debido a que el cianuro era fácilmente identificable por los signos de cianosis, se popularizó rápidamente y no tardó en invadir de igual forma la literatura.
Algunas de las obras donde Sherlock Holmes le atribuye la causa de muerte a algún veneno o toxina son “Estudio en Escarlata”, “El signo de Cuatro”, “La Aventura del Intérprete Griego”, así como más tarde en “La Zona Ponzoñosa” con el Profesor Challenger.
Diseccionando cuidadosamente las estructuras narrativas, no es tan difícil adivinar la razón detrás de la popularidad de los venenos. Es discreto y silenciosos comparado con contrapartes más bulliciosas como un disparo o más difíciles de ocultar como una apuñalada; proporciona la flexibilidad de la antelación para preparar una coartada, crea numerosos sospechosos, la sintomatología vuelve compleja su detección y proporciona al autor en todo momento el control dela narrativa, los tiempos y la trama -cualidad crucial en una novela que debe aumentar poco a poco el suspenso- por lo que esta herramienta le provee al escritor una vía para desarrollar una trama enredada y compleja, que confunda al lector en sus deducciones y de oportunidad a personajes que a primera lectura parecieran inocentes o débiles.
Una fórmula que hasta hoy en día sigue siendo efectiva en las novelas y cuentos cortos y que seguramente nos seguirán sorprendiendo en años venideros.
¿Y tú tienes una novela de detectives favorita? Compártela en nuestra página de Milenarios 21. Hasta la próxima y ¡Que tu vida esté siempre llena de magia!