¿Normalidad? ¿Por cuánto tiempo?
Por: Jesús Lépez Ochoa
Si por normalidad se entiende que haya transporte, escuelas y comercios abiertos, Chilpancingo, Guerrero y México están normales. Pero si por normalidad debemos entender la convivencia diaria con la delincuencia, sus extorsiones y su violencia, es porque las hemos normalizado tanto que forman parte de nuestra cotidianidad, sin mayor apuro que cuando nos dejan sin combis, sin clases y sin garnachas.
Si por normalidad debemos justificar que el alcalde de Chilpancingo Gustavo Alarcón, se limite a enviar oficios para avisarle a los gobiernos federal y estatal sobre la posible comisión de delitos, entonces debe resultarnos de lo más cotidiano y sin importancia que se gasten los impuestos en policías municipales decorativas, y simples mensajeros como “primera autoridad”, que no quiere, ni debe, ni puede, como pretextó algún ex alcalde guerrerense experto ahora en dar lecciones de gobierno.
¿O Acaso debemos ver con normalidad que la gobernadora Evelyn Salgado Pineda deba llenar el vacío de autoridad en la capital supervisando personalmente los filtros policiacos mientras el alcalde se limita a suspender actividades en el Palacio Municipal que en contribuir a que se restablezca el orden en el municipio que debería gobernar?
Normal es, por ejemplo, que las personas tengan aspiraciones políticas. Por ejemplo, que la subsecretaria de Prevención de la Violencia de la Secretaría de Seguridad Pública del gobierno federal, Esthela Damián Peralta, quiera ser candidata.
Incluso como que la clase política se ha pasado tanto las leyes electorales por el arco del triunfo que se ha “normalizado” un poco, o bastante similar a la violencia, que los políticos utilicen sus chambas en el gobierno para brincarle a un cargo de elección popular, o éste para hacerse de otro. Al fin, el pueblo paga.
Lo que no me parece normal es que haga quedar mal a la presidenta Claudia Sheinbaum, de quien sus propagandistas aseguran es “favorita” como hace años nos venían a decir que el finado Luis Walton o el diputado Pablo Amílcar eran los “favoritos” de Andrés Manuel López Obrador, y ninguno de los dos fue candidato.
Y que ridiculice el esfuerzo de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana a cargo de Omar García Harfuch, aprovechando su única visita a Guerrero en muchos meses, para gozar en una entrevista “del chacoteo”, como lo definió su entrevistador, o de reírse muchísimo y “recordar anécdotas de cuando tenía 14 años”, como ella misma lo escribió en su Facebook, mientras sus compañeros de dependencia patrullaban las calles para devolver la normalidad a Chilpancingo.
A mi me hubiera gustado saber por ejemplo, qué hace la subsecretaría para fomentar que en las escuelas públicas se erradique el bullyng, sobre todo, aquel en el que algunos adolescentes o niños exigen a otros parte del dinero para sus recreos a cambio de no molestarlos, lo cual forma parte de la cultura extorsiva que se intenta combatir.
No hay que olvidar que tras la quema de unidades del transporte público como sucedió en la capital del estado, está la extorsión, y que Guerrero forma parte de las entidades donde Harfuch implementa, o anunció hace meses que implementaría, una estrategia especial en la que la subsecretaria parece no estar interesada.
Si vemos todo esto normal, lo único extraño será que algún día las cosas cambien, y haya paz. Mientras tanto seamos “normales” hasta que los delincuentes digan, y no moleste, andamos en el chacoteo, las risas, las anécdotas, ah, y los avisos.