Médula

Mar 12, 2025

Urge ponernos en los 400 zapatos de Teuchitlán

Por: Jesús Lépez Ochoa

Estemos en Guerrero, Tamaulipas, la Ciudad de México o Chiapas, en cualquier estado, ciudad o comunidad, si el espeluznante campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, no nos indigna como sociedad, estamos completamente deshumanizados. La batalla está perdida.
Madres y padres buscadores, muchos de ellos por años, de sus hijos desaparecidos, encontraron un campo de exterminio del crimen organizado.


Hornos crematorios y más de 400 pares de zapatos y huesos humanos, presumiblemente de quienes habrían portado ese calzado, fueron hallados en un rancho que ya había sido cateado por la Fiscalía de ese estado que sorprendentemente hizo como que nada había en el lugar.
Si la despiadada ejecución de cientos de personas, solo en ese lugar, no le indigna, enójese porque se trataba, según se ha documentado, de jóvenes que fueron víctimas de reclutamiento forzado mediante falsas promesas de empleo.


Se trataba de muchachos que jamás tuvieron el deseo, ni siquiera la idea de pertenecer a un grupo delictivo y ser enviados a pelear a muerte con organizaciones rivales. Eran jóvenes en busca de una manera honesta de ganarse la vida, y eso utilizaron perversamente quienes se los llevaron.

Si eso no es suficiente, indígnese porque una vez secuestrados, los entrenaron para matar, desmembrar y desaparecer a otros. Hágalo entonces porque alguien se otorgó a sí mismo la autoridad de decidir quién de ellos era apto para seguir viviendo hasta que algún grupo rival los asesinara, y a quien asesinaban ellos mismos, y además lo desaparecían incinerando su cuerpo en un horno simplemente por no ser apto para el sicariato obligatorio. Por no haber pasado una prueba que jamás pidió hacer, para una tarea que nunca deseó realizar.


Indígnese por no saber si tomar a un muchacho contra su voluntad para obligarlo a matar o ser asesinado es peor crimen que arrebatar sus hijos madres y padres condenándolos al eterno martirio de no saber más de él, solo porque alguien necesitaba carne de cañón para incrementar su poder y su enriquecimiento.


Indígnese porque por todo México hay cementerios clandestinos y nos hemos enterado de ellos no por las autoridades, sino porque en todo el país hay grupos de padres buscando encontrar a sus hijas e hijos, o al menos unos huesos para darles sepultura e intentar cerrar el doloroso ciclo de su desesperante pérdida.


Indígnese no solo por Teuchitlán, hágalo por la Bartolina en Tamaulipas donde en 2021 se encontró otro campo de exterminio, o por todas las fosas clandestinas que por años han sido halladas en el Parque El Veladero de Acapulco, o por las levas obligatorias en la Tierra Caliente de Guerrero.


Indígnese por todas las fichas de búsqueda que vemos en las redes sociales y en las calles de nuestras ciudades todos los días desde hace muchos años.


Indígnese porque la izquierda ha dejado de salir a protestar por las miles de desapariciones solo porque no se trata de guerrilleros, de sus compañeros de lucha o de partido. Y porque ahora son el gobierno.

Indígnese por los medios de comunicación han dado prioridad a otros temas. Por los periodistas que callamos ante esta grave situación.

Hágalo porque ni los nazis exterminaron a su propia gente como mexicanos están cometiendo genocidio todos los días contra otros mexicanos, con absoluta impunidad.


Hágalo porque al igual que los gobiernos del PRI, del PAN, de Morena, el PRD, Movimiento Ciudadano y todos los partidos, como sociedad también hemos guardado un silencio cómplice.


Hágalo por lo que usted quiera, pero por favor, pongámonos unos segundos en esos 400 pares de zapatos hallados en Teuchitlán, y en los de sus padres. Urge nuestra empatía, y nuestra indignación.

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