Por: José I. Delgado Bahena
Esta historia comenzó cuando íbamos en la secundaria. Con mis amigos de la colonia, siempre nos juntábamos, al salir, para echar la reta de futbol. Un día, después del fucho, mi amigo José nos dijo que ya era novio de Emilia, la cual, de vez en cuando lo acompañaba para verlo jugar; ahí fue donde llamó mi atención; pero como era novia de mi amigo, pues…así quedó.
Los años pasaron y un día encontré a Emilia en las oficinas del INE. Yo había ido a tramitar una reposición de mi credencial. Nos saludamos y, cuando nos despedimos, intercambiamos números telefónicos. Desde ese día comenzamos a mensajearnos. Todo con respeto, como amigos. Pasábamos madrugadas enteras charlando de muchas cosas, hasta que las pláticas se fueron saliendo de control y, pues, empezamos a frecuentarnos en lugares discretos, sin que supiera mi amigo José, porque aún eran novios. Y bueno, las convivencias hicieron que nos tomáramos un gran cariño que culminó en lo que muchos ya se imaginarán: nos entregamos a la pasión sin medir consecuencias de nada.
El tiempo pasó y solo nos veíamos cada que ella podía. A José le ponía el pretexto de la prepa, por las tareas. Así seguimos, hasta que una noche, sin pensarlo tanto, me dijo que estaba enamorada de mí; me confesó que no podía vivir sin mí, que había sido magnifico todo lo que hasta esa noche habíamos vivido, y muchas cosas más que realmente me hicieron el hombre más feliz en ese momento; pero cuál no sería mi sorpresa que, la siguiente semana, en otro encuentro que tuvimos, ella me dijo que se iba a casar; pero que, si yo le pedía que no lo hiciera, cancelaba todo y se quedaba conmigo por el resto de la vida. La verdad, como me tomó por sorpresa, no supe qué decir; entonces, yo creo que se decepcionó y, pues, a la siguiente semana estaba contrayendo nupcias con José. La verdad, al final de todo, no le di tanta importancia, puesto que José era su novio de “toda la vida” y, pues, bueno… la vida siguió su curso.
Todo habría quedado hasta ahí; pero el destino nos volvió a juntar después de dos años de su boda. La encontré en una calle cerca del mercado. Nos saludamos y, ahí, en la banqueta, me contó que tenia una hija y que era “muy feliz” en su matrimonio. La verdad, me alegré por ella, y nos despedimos como grandes amigos, no sin antes verificar nuestros números, por “cualquier cosa”.
Pues su “cualquier cosa” fue un día que me llamó a las dos de la madrugada; me dijo que andaba con una prima mía, bebiendo, y que les hiciera el favor de irlas a traer en mi carro, ya que estaban un poco retiradas de la civilización, en una colonia adelante de la Guadalupe. Por amabilidad, fui; pero, al llegar, mi prima se fue en un taxi y me dejó con Emilia; luego, ella me pidió que la llevara a mi casa, en lo que se le bajaba un poco lo mareado (cosa que no era cierto, ya que mi prima, después me dijo que solo habían tomado tres cervezas), accedí y, pues, ya se imaginarán el final de la noche. Así seguimos frecuentándonos, hasta que me dijo que estaba embarazada. Por supuesto, el hijo era de José. Por ese motivo dejamos todo nuevamente.
Un par de años más pasaron. Pero un día, en una fiesta de XV años, me encontré a Marlén (hermana de Emilia) que había sido mi amiga de la infancia; pero que, la verdad, se había puesto muy hermosa. Entonces, como yo andaba sin novia, comencé a cortejarla y pronto me sentí perdidamente enamorado. Pero antes de empezar una relación con ella, tuve la atención de “avisarle” a Emilia, puesto que era su hermana. No pasó a mayores. Me deseó lo mejor y me dijo más palabras que, la verdad, en su momento le creí.
Todo transcurría normal con Marlén, hasta que un día, después de haber pasado una tarde juntos, como pareja, descubriendo muchas cosas en el arte de amar, me invitó a su casa, para conocer a su mamá. Como yo sentía que todo iba formalmente, pues, fui. Pero, estando en su casa, de pronto, recibí un mensaje de Emilia que me alteró y preocupó un poco: “¿Puedo marcarte?, ¿puedes hablar?, tengo un problema, no le digas a nadie por favor”. A lo cual le respondí que sí. Me marcó y me alejé un poco de Marlén, para tener la privacidad. Entonces, Emilia me dijo que necesitaba que le ayudara con un problema que tenía, me pidió que la fuera a ver, a lo cual accedí, pensando en ayudarla. Me despedí de Marlén y de su mamá, y salí.
Cuando llegué al lugar donde Emilia me había dicho que estaba, me di cuenta de que no había pasado nada, solamente estaba borracha; entonces, me abrazó y me pidió que la llevara a dar una vuelta. En fin: la llevé a mi casa. Ya se imaginarán hacia dónde iba todo.
Bueno: después, ella misma se encargó de decirle a su familia que yo la había buscado y les dijo muchos detalles de nuestros encuentros. Como Marlén me reclamó muy feo, la verdad, solo me defendí, diciendo: “¿y cómo creen que sabe todo eso?” Lo cual les despertó dudas a toda su familia. En mi caso, no había problema, yo era soltero. No sé con qué fin haya hablado, hasta pienso que hay rencores entre hermanas; pero bueno, fue buena la historia, ya que en un día pude tener a las dos hermanas.
La verdad, fue bastante excitante, y no dudo que en un par de años vuelvan a aparecer; porque, aunque no lo digan, siguen enamoradas de mí. Lo sé porque las dos me escriben, y me insinúan cosas que me hacen imaginar que así será.