Tres veces te engañé

Por: José I. Delgado Bahena

Ahora sí, mijo, como dice Paquita: “Me saludas a la tuya”, porque, ¿sabes, “Rata de dos patas”?, esta fue “Tu última parada”. Pues sí, ¿quién te manda registrar tu nombre en la lista de los “Hombres malvados”? Desde hace mucho que tengo ganas de mandarte a volar. No, no me veas con esos ojos, no seas “Hipócrita”; para nadie es un secreto que me pusiste el cuerno hasta con la Regina, la chava cojita que resultó embarazada y ni sabe quién es el padre de su hija; se me hace que eres tú, eh.

Pues sí, mi chulo, tanto va el cántaro al agua, hasta que se llena, ¿verdad?

Además, mi rey, esta tumba tú mismo la cavaste. Yo me hice fuerte cuando me enteré de tus andanzas y hasta me tragué el coraje, hice de tripas corazón al tratar de recuperarte, pensando que no era cierto, que eran puros inventos de la gente envidiosa; o mejor: que solo era un capricho y que ya se te pasaría. Pensé: vieron mal, era una pasajera resbalosa, de esas que se suben al taxi y se le arriman, se le insinúan y hasta le dejan su número de teléfono, como un día me dijiste. Yo confié en ti y nunca pensé que un día te iba a vigilar, mucho menos que iba a hacer algo como esto.

A nadie le creí. Hasta que mi mera madre me lo dijo: “No seas taruga Isela, si en la colonia no se habla de otra cosa. Hasta dicen que ni trabaja el taxi, que sus amantes le dan para la cuenta y para el gasto. ¿Por qué crees que lo para a la hora que quiere y casi no lo trabaja?”

¿Qué hago pues? Le pregunté a mi madre.

“Déjalo, pero antes paga para que le metan una chinga”, me dijo la violenta de mi madre.

Pero no, Armando, eso no era lo que te merecías. ¿Cómo desquitarme de las noches esperando a que regresaras del turno para ayudarte a lavar el carro, pensando en que ahorraras para que te quedara algo de dinero? ¿Cómo borrar mis lágrimas cuando, después de que entregaras el taxi, te sirviera de cenar y ni las gracias me dieras? Al contrario: siempre criticando mi comida; que si estaba fría o quemada, salada o simple; nunca te daba gusto. Luego: ¿cómo vengarme de tantas cornamentas que me pusiste? ¡Hasta mi comadre Lena se reía de mí cuando me decía: “Ay, comadre, como que le está creciendo la frente”.

Solo había una forma, Armando: pagarte con la misma moneda.

¿Sabes?, como dice mi Paquita: “Tres veces te engañé”. Así es, mi chulo: tres veces, y las tres fueron por puro placer. No abras así tus ojotes, ¿qué esperabas?

Ya sé: quieres saber con quién, y con quién, y con quién te engañé. No te apures, te lo voy a decir, al fin y al cabo es parte de mi desquite.
Mira: la primera fue con Felipe, mi antiguo novio, el que dejé por hacerte caso, por creerme tu poesía cuando me subí a tu taxi para irme al trabajo y me hablaste de los espejos del cielo, de las estrellas de mis ojos y del perfume de mi cabello. Con él, con Felipe, fue la primera vez. Lo busqué y le dije que lo extrañaba, nos vimos y fuimos a pasarla bien. ¿Te dolió mi rey? ¡Pero si apenas empiezo!

La segunda fue con Lucio, tu posturero; tanto que te cae mal, tanto que me hablabas de él para quejarte de cómo te dejaba el taxi, tanto que se la mentabas cuando no te oía, que hasta me dieron ganas de saber si de veras era tan sucio, como me decías. Pues, ¿qué crees? Es de lo más caballeroso y limpio que te puedas imaginar. Él me hizo sentir como una dama, como una reina; lástima que es casado, si no, le pedía que se juntara conmigo. Él si sabe pedir las cosas y sabe cómo atender a una mujer; en cambio, a ti te falta aprenderles a tus socios.

¿Por qué mueves la cabeza y cierras los ojos? ¿Te está doliendo? ¿Ya quieres que te cuente cómo comenzó todo con la tercera vez, la que te tiene así?

¡Ay, mi chulo! Nunca te imaginaste eso, ¿verdad? ¡Obvio, microbio!

“El hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla”, así dice el dicho, ¿no? Pues sí, Armandito, ora sí que la tercera tú me la pusiste de pechito. ¿A quién se le ocurre llevar a vivir a la casa a su hermano de veinte años? Solo a ti, mijo. Y pues, ya sabes, ¿para qué te cuento?

Ah, ¿quieres saber si fui yo la que empezó todo o fue Javier el que me buscó? Bueno, ¿y si te dejo con la duda? De cualquier manera, quién sabe cuándo recuperes tus movimientos por la embolia que te dio y te dejó paralizado más de medio cuerpo; eso te pasa por no avisar que pararías el taxi y llegarías temprano a la casa. Además del coraje que te dio, al hallarnos en nuestro cuarto, a tu hermano a mí, tu mala alimentación por comer tanta cochinada en la calle, te tienen ahí, nomás pelando los ojos, oyendo mi desquite.

Bueno, ya ves: no soy tan mala. La verdad es que fue Javier quien me buscó y mira que me cayó como anillo al dedo para cantarte el tema de mi Paquita. Esa es la verdad, mi chulo: la primera vez, tu hermano llegó a la casa cuando me estaba bañando y se metió a mojarse conmigo. Las demás no te las cuento, ¿para qué?, de todos modos, ahora te la ganaste, ya eres una “Lámpara sin luz”.

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