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Londres, Inglaterra, No fue el mejor Manchester City, pero dominó de principio a fin al Nápoles en su debut en Champions League y consiguió un triunfo en casa por 2-0.


Hubo melancolía y nostalgia por el regreso de Kevin De Bruyne al Etihad, el que fue su hogar por más de 10 años y en donde ganó 19 títulos entre ellos cuatro Premier League y una Champions.


La afición le reconoció con un tributo. Una gran manta con el recuerdo del Rey Kev se desplegó en forma de reconocimiento antes del juego. Fue extraño verlo salir desde el otro túnel, el de los visitantes, con la camiseta ajena, la del Nápoles, meditabundo en un juego que el destino le torció por la expulsión de Giovanni De Lorenzo a los 21 minutos.

El técnico Antonio Conte no está para festejos y decide ser aguafiestas cuando a los 25 minutos sacó del campo a De Bruyne para dar acceso a Mathias Olivera. Entre aplausos se despidió el belga en un regreso a casa agrio por lo poco que pudo demostrar, no sólo él sino su equipo y así seguramente se lo decía a sus compañeros en la banca.


Así, el Manchester monopolizó el partido. Prácticamente no tuvo jugadas de peligro en su área y se decidió a atacar hasta con cierta angustia porque en el primer tiempo no cayó el gol.


Por fin, tras un maravilloso pase de Foden, Erling Haaland tocó la pelota con suavidad con la cabeza apenas para cambiar el transcurso del viaje y marcar el primero. En el Etihad suspiraron de tranquilidad porque veían la figura del arquero Milinkovic-Savic engrandecerse una y otra vez y en cada ocasión con mayor confianza.


El martillazo del gol aturdió a los italianos que no resistieron más. Después aceptaron el golazo de Doku en un modo implacable, entrando al corazón del área para definir por abajo.


Sin acabar este partido, Guardiola ya estaba en el otro, pensando en el Arsenal que se aparece en su horizonte el fin de semana y dando descanso a sus jugadores vitales.