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Lima, Perú. Colchonetas en el suelo, pasillos abarrotados y filas para desayunar. Decenas de campesinos despertaron en un vetusto local tras viajar más de 24 horas por zigzagueantes carreteras andinas para pedir la renuncia de la presidenta de Perú Dina Boluarte.


Los cientos de campesinos del Cusco, Ayacucho, Cajamarca, Puno y Andahuaylas llegaron en buses y camiones masticando hojas de coca para saciar el hambre. Algunos llegaron por primera vez a Lima, que este miércoles cumple 488 años de fundación española.


«Venimos desde la provincia de Chumbivilcas (Cusco) a defender nuestros derechos. Venimos a hacer escuchar nuestra voz. Tremendamente somos olvidados», dijo a la AFP el campesino Edwin Condori, de 43 años, agotado por la travesía.


Condori y decenas de pobladores de Cusco pasaron su primera noche sobre colchonetas en el suelo de cemento de una habitación de 7 x 8 metros de un local partidario de una agrupación de izquierda, ubicado en la plaza Bolognesi en Lima.


A «TOMAR» LIMA
La Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) convocó a un paro nacional y una movilización el jueves.


«Queremos la renuncia de Dina Boluarte. No nos sentimos representados por ella», aseguró Jesús Gómez que vestía un sombrero de lana de oveja y chalina de hilo de color rojo y negro.


«Nosotros organizadamente hemos venido a tomar Lima, las calles de Lima, a paralizar Lima para ser escuchados», dijo éste ingeniero agrónomo de Chumbivilcas que produce papas, maíz y trigo en su pequeña chacra.


Los manifestantes llegaron con mochilas y poca ropa para sus protestas.
La mañana del miércoles, un grupo de cuatro mujeres cocinaron en grandes ollas «un aguadito», una sopa con menudencias de pollo, verduras y arroz condimentados con cilantro. También llegaron campesinos cocaleros del valle del VRAEM, quienes formaron filas para desayunar sopa provistos de pequeños tazones.


Las tres comidas (desayuno, almuerzo y cena) se preparan con alimentos donados por gente solidaria.
El VRAEM, acrónimo del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro, es un gigantesco suelo que alberga la mitad de las plantaciones de hojas de coca del país.


Tras desayunar, cada persona debe lavar en un rústico lavadero su plato y cuchara. Al local cada persona ingresa mostrando su documento de identidad.


«Nosotros hemos llegado para hacer escuchar nuestra demanda. Prácticamente los que es Ayacucho y el VRAEM totalmente olvidados estamos», expresó indignada la campesina cocalera Nélida Aguirre de 30 años.


«No tenemos una buena educación, no tenemos una buena salud. Nosotros somos muy olvidados por el gobierno», manifestó la agricultora que tenía una bolsa de hojas de coca.


Aguirre descartó que los campesinos que se movilizaron a la capital peruana sean solventados por el narcotráfico en sus movilizaciones, como afirma el gobierno.


«Nosotros del VRAEM no somos financiados por narcotraficantes, no somos terroristas. Somos campesinos», indicó.


«Hemos venido para hacer sentir que los campesinos tenemos agallas. Mañana si se toma Lima será para que ellos (los gobernantes) se pongan en los zapatos de cuánto sufrimos los campesinos», señaló.

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