Por: Netza Albarrán
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha vuelto a repetir una frase que genera más indignación que comprensión: no acudirá a las zonas de desastre para “cuidar la investidura presidencial.” Esta declaración, hecha en medio de tragedias que han dejado a miles de mexicanos sin hogar, sin seguridad, y sin esperanzas, suena a una cruel burla para quienes ven cómo sus vidas se desmoronan frente a sus ojos.
@diario21iguala No voy a Chalco porque tengo que cuidar la investidura presidencial: #AMLO #Chalco #Morena ♬ sonido original – Diario 21
Primero fue en el huracán Otis que devastó Acapulco, y ahora tras las lluvias que han dejado bajo el agua a Chalco, un municipio que lleva semanas sumergido en la desesperación. En ambos casos, el presidente decidió mantenerse a distancia y utilizar la mañanera para simplemente decir que “se está atendiendo” el asunto, con la justificación de que su presencia podría ser usada para atacarlo a él y al movimiento que encabeza, porque aunque en esta ocasión ya pasaron las elecciones, volvió a señalar que “es tiempo de zopilotes”.
Prioridades, ¿qué es más importante en momentos de crisis? ¿Cuidar una imagen presidencial o mostrar empatía y apoyo directo a quienes más lo necesitan? Al optar por la primera, López Obrador envía un mensaje alarmante: que la prioridad es proteger su figura y evitar cualquier exposición a posibles críticas, en lugar de ponerse al frente de la situación y ofrecer consuelo y soluciones a quienes han perdido todo.
El rol de un líder, especialmente en tiempos de crisis, es estar presente, mostrar humanidad y hacer sentir a su pueblo que no están solos. La investidura presidencial no se debilita al estar con el pueblo, al contrario, se fortalece. La historia está llena de ejemplos de presidentes y líderes mundiales que, en los peores momentos, se han puesto al frente, mostrando que el poder no es para el ego, sino para servir.
El daño causado por desastres naturales es devastador, pero el daño causado por la indiferencia de un líder es aún mayor. Los mexicanos afectados por estos eventos no necesitan palabras desde lejos ni discursos que resalten el protocolo; necesitan acción, presencia y compromiso. En cada rincón de Chalco y Acapulco hay historias de pérdida y dolor que no pueden ser ignoradas desde la comodidad de Palacio Nacional.
Es imperativo que el presidente recuerde que su papel es servir a la nación en su totalidad, especialmente en sus momentos más oscuros. De lo contrario, la investidura que tanto protege podría terminar por desmoronarse, no por estar en el lugar de los hechos, sino por la lejanía de los mismos.