Por: Álvaro Venegas Sánchez

Benjamín Netanyahu y Donald Trump, diariamente desayunan en el confort de sus residencias; pensar y preocuparse por las consecuencias de sus determinaciones no es lo suyo. La servidumbre que disponen cuida la receta alimenticia y la pulcritud del espacio para que ni moscas ronden y molesten a los extraordinarios comensales. Las noticias y reportes prioritarios para ellos no son las novedades con las cuales amanece el mundo por factores ajenos, sino qué alcance o éxito tuvieron en él las órdenes que emitieron el día anterior.


A Donal Trump y Banjamín Netanyahu no perturban el hambre, el dolor, la sangre que se derrama ni asombran la muerte y destrucción en Gaza. No son parte de la milicia en el lugar de los hechos. Están lejos, cómodos y solamente esperando el parte de los resultados para valorar y proseguir administrando otras acciones. A ellos no inmutan protestas pacíficas, reclamos o advertencias vengan de donde vengan; sean de conciudadanos, migrantes, ONGs, inclusive la ONU, o bien de países aliados y gobiernos de potencias que debieran respetar. El poder los ha embrutecido.


Netanyahu y Trump, simbolizan hoy a países del considerado “primer mundo” y un sistema que, intelectuales no pro yanquis, desde finales del siglo pasado adjetivaron “depredador y salvaje”. Por tanto, “primer mundo” es concepto que habría que revisar y caracterizarlo; analizar cuáles son sus fortalezas y debilidades y si debe ser aspiración de emularlo para el resto de los pueblos de la tierra inmersos en el segundo y tercer mundos de tal clasificación.

Israel y su ministro Netanyahu no son buen ejemplo de nada por lo que han hecho y siguen haciendo en Palestina: niños sobrevivientes que lloran desconsolados viendo cómo cargan los cuerpos de sus padres asesinados o por el contrario, a padres bañados de polvo y cascajos diseminados por impacto de bombas, llevando en brazos a sus pequeños hijos muertos, mutilados, mal heridos, rumbo a donde ni ellos mismo saben porque las explosiones en cuestión de segundos derriban edificios, hospitales, complejos habitacionales y hogares improvisados.


Cuando además, sin excepción, hombres y mujeres, ancianos y niños son atrapados por hambre al acudir en pos de víveres a los centros de distribución de ayuda humanitaria siendo ametrallados por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) como si esa población inerme de Gaza, hambrienta y desesperada, fuese una fuerza de ataque. Y el inhumano Netanyahu defiende “el honor de las FDI”, “el ejército más moral del mundo”; no merece más que repudio.


Y al cínico y demencial Donald Trump, la situación que se vive en Gaza no lo aflige. En dos semanas espera conseguir el cese de hostilidades entre Hamas y las FDI. Todo mundo sabe que en Palestina no hay dos ejércitos confrontándose; suman más de 56 mil gazatíes asesinados sin bajas del lado israelí. Entonces con Netanyahu no buscan derrotar sino exterminar al enemigo. Asimismo, está considerando nuevamente bombardear a Irán luego de calificar como “declaración de ira y odio” las palabras del ayatola Alí Jamenei quien se atrevió proclamar la victoria persa ante los ataques de Israel y Estados Unidos. Intolerante, pidió a los líderes de Irán “volver al orden mundial” o sufrirán peores consecuencias”. Con líderes de esta calidad ¿qué puede esperar la humanidad?
Iguala, Gro., junio 30 del 2025

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