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Ciudad de México, Septiembre 1.- La Luna ha sido objeto de misterio y veneración desde la antigüedad. Sus ciclos estaban asociados a las cosechas, a los cambios en el tiempo e incluso a sucesos que podían derrocar imperios. En la actualidad, sabemos que el tirón gravitatorio de la Luna es el causante de las mareas en mares y océanos, y esa enorme esfera que gravita a en torno a 386 000 kilómetros de la superficie terrestre también influye de cierta forma en la vida en la Tierra.
Desde la antigüedad, los ciclos lunares también se han asociado a cambios en la propia mente humana, llegando a asociar un aumento de la violencia y comportamientos erráticos a las distintas fases de la Luna. Algunos ejemplos de estos cambios han quedado interiorizados en nuestra propia lengua, así pues, una persona lunática o alunada es aquella que padece ataques de locura de manera periódica.
Esto se debe a que anteriormente, también se atribuían trastornos mentales pasajeros como la epilepsia a las fases lunares. La relación ha quedado recogida en varios escritos como, por ejemplo, en la Vulgata, la traducción de La Biblia al latín realizada en el siglo IV por san Jerónimo y santa Paula. En ella se puede leer:
«Et cum venisset ad turbam, accessit ad eum homo genibus provolutus ante eum, dicens: Domine, miserere filio meo, quia lunaticus est, et male patitur: nam saepe cadit in ignem, et crebro in aquam.»
Que se podría traducir como:
«Y cuando [Jesús] llegó a la multitud, se le acercó un hombre que, arrodillándose ante él, le dijo: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático y sufre terriblemente, pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua.»
Lo que muestra el uso de la palabra lunático en aquel entonces como persona que sufre episodios transitorios de locura.
¿PERO REALMENTE TIENE TANTO EFECTO SOBRE NOSOTROS?
Por los general, los estudios que han tratado de mostrar una relación entre el aumento de homicidios o de trastornos mentales con alguna de las fases de la Luna no han conseguido llegar a una conclusión sólida. Es decir, en un principio, no habría ninguna relación entre ambos sucesos. Pero en la actualidad, la investigación ha cambiado para tratar de observar si la Luna tiene cierto efecto para algunas personas. Por tanto, el consenso científico es que no, la luna no influye en nosotros, pero ciertos investigadores creen que no se puede afirmar tan rotundamente.
Según una investigación llevada a cabo por Horacio de la Iglesia, investigador del sueño de la Universidad de Washington en Seattle, las fases lunares podrían influir en los patrones de sueño. En el estudio, observó en dos comunidades distintas, una indígena de argentina y una de estudiantes universitarios, como en los días entorno a la luna llena y la luna nueva, ambas comunidades iban a dormir de media unos 40 minutos más tarde y durmieron menos.
Al tratarse de dos comunidades tan distintas, de la Iglesia se atrevió a aventurar que este cambio en el patrón del sueño podría deberse a que el organismo es capaz de detectar pequeños cambios en la gravedad. Esta conclusión le parece razonable al psiquiatra Thomas Wehr, del Instituto Nacional de Salud Mental de Maryland, ya que, según él, todavía queda mucho por aprender de la respuesta del organismo a ciertas fuerzas físicas.
Sin embargo, otros investigadores razonan que no es plausible, puesto que como indica Tessmar-Raible, del Instituto Alfred Wegener de Investigación Polar y Marina y en la Universidad de Oldenburg (Alemania), no existe ninguna prueba de que los animales puedan detectar cambios tan diminutos en la gravedad. De ser así, los astronautas, personas que viven en lugares elevados, e incluso conductores sufrirían problemas mucho más graves.
Por tanto, de existir realmente esta correlación, debería ser por otro fenómeno distinto. «Sé que otros investigadores lo están estudiando seriamente», afirma Wehr.
LA LUNA Y LA MENSTRUACIÓN
Por otro lado, la menstruación es otro fenómeno del cuerpo que tiende a relacionarse con los ciclos lunares. Existe una vaga coincidencia temporal entre el tiempo medio del ciclo menstrual (~28 días) y del ciclo lunar (29,5 días) con el que algunos investigadores han llegado exponer que en la antigüedad los ciclos menstruales y los de la Luna estaban sincronizados. Sin embargo, tanto historiadores como biólogos han desmentido esta relación, que se ha establecido como casual.
Además, gracias a la popularidad de las aplicaciones móviles para el control del ciclo, el número de datos disponibles acerca de la menstruación ha aumentado enormemente. En los estudios anteriores se realizaban encuestas con decenas, cientos o pocos miles de participantes, pero gracias a las apps, hay disponibles millones de datos regulares de centenas de miles de mujeres. Esto ha permitido obtener una mayor robustez acerca de ciertos aspectos menstruales, como la duración un periodo de menstruación normal (entre 21 y 35 días) que toma en cuenta los periodos de más mujeres, los cambios que se producen durante el envejecimiento, y su desregulación durante periodos estresantes. Gracias a esto, se ha podido establecer una clara correlación entre mecanismos internos del cuerpo y la regularidad del ciclo menstrual. La Luna no tiene nada que ver.
Por tanto, por el momento, la comunidad científica sigue consensuando que las fases lunares no tiene ningún efecto perceptible en el organismo. Se necesitan más estudios y datos más robustos para lograr afirmar que las fases de la Luna nos afectan. Datos que, todavía, no se han podido obtener.