Por: Álvaro Venegas Sánchez
“El compromiso que hemos asumido con la educación no es a medias tintas, es absoluto y con cada acción y cada estrategia se reafirma el compromiso que tenemos con la gran Revolución Educativa que hacemos todas y todos”. Fue parte sustancial del mensaje que la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, dirigió a personal directivo de nueve escuelas normales públicas y tres Centros de Actualización del Magisterio al entregar 34 millones de pesos para mejorar la infraestructura física y tecnológica de las instituciones formadoras de docentes en la entidad.
En sintonía con la mandataria el Dr. Marcial Rodríguez Saldaña, secretario de Educación, refrendó: “Si tenemos buenos maestros, tendremos buenos estudiantes y vamos a elevar significativamente los niveles educativos en Guerrero en esta gran Revolución Educativa”. Detalló además que los recursos respecto al año fiscal anterior se triplicaron y han sido asignados con base a los proyectos que presentaron los directores de dichas normales. Muy bien, la inversión es y será siempre digna de encomio tratándose de la educación.
Sin embargo, llama la atención el concepto Revolución Educativa reiterado en el discurso. A nivel nacional, la federación como nunca está haciendo una extensa derrama económica para becas a estudiantes de los distintos niveles educativos inscritos en instituciones públicas y enviando directamente a los padres de familia recursos destinados al mejoramiento de los planteles escolares de acuerdo a la matrícula, evitando así en cierta medida las consabidas cuotas. Si hay replica a nivel estatal con recursos propios, excelente; empero, siendo loable, no es una hazaña con dimensión de una revolución de la educación.
La crisis educativa resultado de la expansión acelerada de la matrícula en los años sesenta (grupos numerosos, me inicié en el año escolar 1968-1969, mi grupo de Primer Grado lo formaban 82 niños), los desajustes que el fenómeno produjo al sistema educativo nacional y el impacto en disminución de aprendizajes (libros de texto gratuito no había o no llegaban puntualmente), todo diagnosticado al iniciar los años noventa. La SEP trató de enfrentar la problemática a través de tres reformas que, el magisterio que ahora anda cumpliendo 40 años de servicio, puede recordar con facilidad.
La primera de ellas ocurrió en 1992 con la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB), ofreció cuatro innovaciones: a) la descentralización de la operación de los servicios educativos a los estados, b) renovación de los planes de estudio de la educación básica, c) establecimiento de los consejos de participación social y d) creación del escalafón horizontal llamado Carrera Magisterial para estimular el desempeño docente. La segunda reforma se produjo en 2008 con la firma de la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE), entre la SEP y el SNTE, siendo presidente Felipe Calderón. El poder del sindicato era innegable. Elba Esther Gordillo, firmaba hasta el Calendario Escolar. Fue la época de mayor escándalo por la compra-venta de plazas de maestros.
La tercera sucedió en el 2013 siendo parte del conjunto de reformas estructurales de Enrique Peña Nieto y fue esencialmente de corte laboral. Tuvo el propósito de acabar con el “cogobierno” SEP-SNTE y “recuperar la rectoría de la educación por parte del estado”. Instrumentó para ello una fuerte campaña contra la calidad educativa, el magisterio y la escuela pública. Por tanto, tuvo como eje central establecer un riguroso sistema de ingreso, promoción, reconocimiento y permanencia de los docentes basado en evaluaciones. Creó para tal fin el Instituto Nacional de Evaluación dotándolo de autonomía.
Repito, los trabajadores de la educación que ingresaron al servicio en los años 80, pueden recordar estos cambios porque los vivieron. El fugaz programa Enciclomedia, los exámenes PISA, la prueba ENLACE, los concursos para participar en la elaboración de libros de texto, la Reforma a la Educación Secundaria, Escuelas de Calidad, Escuelas de Tiempo Completo, incorporación de la enseñanza del inglés, etcétera, todo cuanto se ha experimentado para mejorar la educación en los últimos 30 años no escapa a la experiencia del magisterio: Apoyando, resistiendo, aportando. Navegando las más de las veces porque lamentablemente la política educativa es sexenal debiendo ser política de Estado.
Igual ocurre ahora. En cuatro años van dos titulares de la SEP y pronto vendrá el tercero. Dentro de 15 días apenas van a informar sobre los nuevos planes y programas de estudio y los nuevos libros de texto. Novedades entonces, seguramente habría hasta el año escolar 2023-2024. Mientras, no hubo siquiera algo extraordinario para mediar el impacto de la deserción y las clases en línea merced a la pandemia. Administrativamente el año escolar concluyó con la normalidad de siempre. Siendo así, los maestros escuchan con respeto que está haciéndose una Revolución Educativa, pero, sin duda, tomarán el concepto con cierta perspicacia. Al menos, eso creo.
Iguala, Gro., agosto 8 del 2022.