Por: Carlos Martínez Loza


Iguala, Guerrero, Septiembre 7.- La expresión la escuché en una conversación en la Facultad de Derecho. Su sonoridad me pareció rotunda, patológizante, atrayente, inquietante y altísona. Cuando volví a casa destiné un tiempo para desentrañar su hechura etimológica, su discurso constituyente o su autor. La búsqueda de los algoritmos fue en vano: solo una mención en un artículo andino de Alfredo Bullard G., “Esquizofrenia jurídica. El impacto del análisis económico del derecho en el Perú”. No más allá.


El texto de Bullard inicia con el sueño de Rudolf von Ihering, quien soñó que había muerto y que era llevado a un paraíso reservado para los teóricos del derecho. Ahí habitan los conceptos de la teoría jurídica en su absoluta pureza, libres de cualquier imperfección humana. Además hay una curiosa máquina, una prensa hidráulica dialéctica que permite extraer a presión un ilimitado número de interpretaciones de cualquier norma jurídica. En ese mundo no hay nada real, todo es imaginario.


Para Alfredo Bullard esa irrealidad crea en los abogados “una suerte de esquizofrenia jurídica”, su principal cuadro sintomático es negar la realidad para defender la “realidad” que solo ellos ven. Cualquier enciclopedia médica define a la esquizofrenia como un trastorno mental que dificulta diferenciar lo que es real de lo que no. Desde nuestra interpretación, esto nos vuelve a un problema filosófico milenario: la oposición acérrima entre el realismo y el idealismo. El realista filosófico pone al ‘ser como punto del pensar’, y afirma que se puede conocer la verdad de las cosas, pues esta es la adecuación del pensamiento con la realidad; por ejemplo, si digo que alguien está leyendo estas letras, y efectivamente las está leyendo, entonces se dice que ese es un juicio verdadero.


En la otra vereda está el idealismo. Para esta visión filosófica la realidad es creada por el pensamiento, pone “el pensar como fundamento del ser”. La verdad ya no se concibe como la adecuación de la mente a la realidad, sino la adecuación de la mente a la realidad que la misma mente ha creado. Por ejemplo, una mente ha creado la realidad según la cual la tierra es plana; por lo tanto, la “verdad” será adecuar esa “realidad” a mi pensamiento. Ser realista o idealista es una de las opciones fundamentales del pensamiento filosófico clásico.


Susan Sontag, en La enfermedad y sus metáforas, citando a John Keats, nos recuerda que “Los síntomas de una enfermedad son la manifestación disfrazada del poder del amor; y toda enfermedad no es más que el amor transformado”. En la esquizofrenia jurídica (si es que la hay al menos intelectualmente), los síntomas son de una manifestación de voluntad de poder disfrazada de voluntad de verdad.


Flaubert, en su Diccionario de los lugares comunes, dice sobre la salud: “Demasiada salud, provoca las enfermedades”. Yo pienso que demasiado idealismo puede llevarnos a eso que escuché en los pasillos de la Facultad, la esquizofrenia jurídica.

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