Por: Igor Pettit
El reciente traslado de una mujer en situación de calle en Chilpancingo, conocida como: «Mica», a un albergue por parte de la organización «Cadena de Favores», si bien ha generado controversia, nos invita a una profunda reflexión como sociedad.
Durante décadas, «Mica» vivió en las calles, conocida por todos, pero sin que nadie interviniera de manera significativa en su situación. Su historia, junto con la de otros personajes como «El Trovador de la Sierra» y «El Pum Pum», era parte del paisaje urbano, normalizada por la costumbre.
Celebro la iniciativa de esta asociación civil, que es en esencia un acto de humanidad. Más allá de las discusiones sobre sus «derechos», hoy «Mica» tiene acceso a un techo, alimento y un lugar digno donde descansar.
Es innegable que esta acción le ha devuelto, en parte, la dignidad que le fue negada por tanto tiempo.
Este caso nos confronta con nuestra propia indiferencia. Aquellos que conocimos a «Mica» la mal llamada “Mica La Loca”, y fuimos testigos de su vulnerabilidad, fuimos en cierto modo indolentes. La polémica actual debería servir para catalizar un cambio en nuestra percepción y acción colectiva hacia las personas más desfavorecidas de nuestra sociedad. La dignidad de «Mica» y de tantos otros merece más que la simple observación; merece intervención y apoyo genuino.
A los hoy defensores de sus derechos humanos y a todos los que fuimos indiferentes en su tragedia, ¡hipócritas y farsantes, nos grita Mica!