Por: Carlos Martínez Loza
Iguala, Guerrero, Septiembre 2.- Nadie lo notó y nadie lo refutó. Surrealistamente en Guerrero el aborto es un derecho humano y un delito; así lo quiso y razonó el legislador que cambió el Código Penal local en marzo de 2022. Asignarle esa doble naturaleza es desatender uno de los fundamentos de la lógica: el principio de no contradicción, según el cual una cosa no puede ser ella misma y su contrario en el mismo tiempo y lugar. Por ejemplo, el clima no puede ser caluroso y frío a la vez.
Ser ‘derecho humano’ y ‘delito’ es un desvarío empobrecedor de la justicia. Con las modificaciones al Código Penal de Guerrero pueden generarse esquemas interpretativos de un hecho en el que una persona se deleita en el goce de su derecho humano a la salud reproductiva y libertad para elegir sobre su propio cuerpo; y la otra, se abisma al reproche carcelario y la tragedia moral de haber puesto fin a la vida de una persona en gestación.
Anticipo el asombro del lector y quizá su incredulidad. Bástenos copiar el artículo 155 del Código Penal para alentar su fe:
“A quien practique el aborto a una mujer transcurridas las doce semanas de embarazo, con consentimiento de ésta, se le impondrá de seis meses a dos años de prisión, con excepción de las excluyentes de responsabilidad.”
¿A qué analogía acudir para explicar lo anterior? A una semejante a la del árbitro de fútbol que marca gol para medio equipo y lo anula para el resto. Pensemos un ejemplo: una mujer embarazada decide abortar a los siete meses. No hay razones éticas (violación), eugenésicas (alteraciones genéticas) o terapéuticas (salud) para hacerlo, simplemente escuchó del legislador que “todas las mujeres y otras personas con capacidad de gestar puedan disfrutar de sus derechos humanos” (Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Guerrero, Decreto número 180, 20 de mayo de 2022, p. 5), entre ellos el aborto, para continuar con su proyecto de vida. Esa mujer ha decidido disfrutar de la bienaventuranza de ese ‘derecho humano’ y ha buscado a un médico para practicarlo.
Inverosímilmente, el Estado se goza y regocija con la anterior mujer que ha decidido sobre su ‘propio cuerpo’, pues, como argumentó el legislador, esto contribuye a “una sociedad cada vez más igualitaria, justa y democrática”. Con esta lógica, debería también considerarse al médico que ayudó a ejercer el ‘derecho humano’ al aborto un héroe lleno de las mejores virtudes, pues está alentando una nación donde prima la dignidad de la mujer y su autonomía. Sin embargo e inexplicablemente, el Estado no se goza ni regocija por igual en aquel que practicó el aborto, que generalmente es un hombre, más aún, le tiene reservado en sus prisiones de seis meses a dos años de celda.
Lo anterior solo es posible en un sistema penal que ha renunciado al principio de no contradicción. Entonces surge el desconcierto lógico: declarar que algo es blanco y negro a la vez, que llueve y no llueve, que es de día y de noche, que es jueves y domingo, que es derecho humano y delito. El legislador de Guerrero ha inaugurado y bendecido un nuevo principio: el principio de que algo puede ser y no ser al mismo tiempo. Su teología es un dogma muy querible en estos tiempos: Más ideología, menos lógica. Lo cierto es que la vida de una persona en gestación es tan sagrada que cuando se la intenta vulnerar con perturbadoras contradicciones cuanto más se nos muestra la necesidad de un pensamiento correcto y verdadero. *Carlos Martínez Loza. Es escritor y profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM. Correo: carlosmartinezloza@hotmail.com