Día Internacional de la Solidaridad Humana

Por: Alejandra Salgado Romero

“La solidaridad tiene que ser una respuesta a las desigualdades injustas para no derivar en mera compasión o beneficencia, o incluso convertirse en cómplice de la injusticia”


J. C. Gª Fajardo

La palabra solidaridad proviene del latín «solidus» que significa «solidario» y es definida como un valor humano, sustentado en el apoyo a una causa o interés ajeno de manera voluntaria, imparcial y desinteresada, especialmente en situaciones de la vida cotidiana o de gran magnitud, como desastres naturales, guerras, movimientos de refugiados. En resumen, la solidaridad consiste en ayudar a otros/as que lo necesitan, sin esperar nada a cambio, ya que la única retribución de la solidaridad es sumar pequeños gestos para lograr grandes cambios en la humanidad. Sin duda, en nuestro contexto, resulta fundamental reflexionar sobre nuestra conducta ante el panorama que se nos presenta, con el único ánimo de aportar elementos para estar a la altura de las circunstancias que hoy, -menos que en cualquier otro momento-, requiere de protagonismos, frustraciones o abusos, y que en cambio, demanda una genuina actitud solidaria.

Cada 20 de diciembre celebramos el Día Internacional de la Solidaridad Humana, como un recordatorio del poder que tiene la unión y el apoyo mutuo para hacer un mundo mejor. Se trata de una fecha oficial promulgada por la Asamblea General de la ONU en 2005 a través de una resolución oficial. Este día representa una llamada a la acción para todos y todas, para hacer algo bueno para construir un mundo más justo y solidario, y luchar juntos/as contra la pobreza. La solidaridad no es sólo un valor universal, sino una herramienta imprescindible para alcanzar el bienestar de todos los pueblos. Existe otra fecha en el calendario mundial relacionada con la solidaridad: el 31 de agosto se celebra el denominado Día Internacional de la Solidaridad, en honor al movimiento social polaco Solidaridad, que fue una de las agrupaciones responsables de la caída del muro de Berlín.


La solidaridad implica ponerse en el lugar del otro, de la otra, entender sus problemas, conocer sus necesidades y comprender sus reacciones. Ser solidario o solidaria es ir más allá del «dar», puesto que no involucra necesariamente al aspecto material, sino más bien se refiere a ponerse en acción, acompañar en la desgracia y ser empático/a en todos sentidos, comprendiendo que en algún momento de la vida nos puede tocar a nosotros o nosotras; es ayudar sin esperar absolutamente nada a cambio, -ni ahora ni nunca-, puesto que uno/a se solidariza porque sufre el sufrimiento ajeno y no porque espera algún tipo de retribución o rédito por su solidaridad… y algo muy importante: se debe ser solidario/a todos los días, incluyendo este valor como parte de nuestro estilo de vida.
Todos y todas podemos y debemos participar en ayudar, en extender la mano a quien o quienes lo necesitan, pero también es importante tener claro que existen dependencias y organizaciones que tienen toda la experiencia y cuentan con las condiciones, para tener a cargo ciertas acciones medulares, como hacer llegar productos que las personas en zonas de afectación necesitan; por ello, cito algunas declaraciones de Carlos Sauras, Presidente de “Caritas”, Asociación Civil de España: “En el corazón de las personas, tanto de las que se declaran creyentes como de otras que se mueven por la buena voluntad, Dios actúa moviéndoles a ser bondadosos, generosos, solidarios. Y pienso que es difícil que sea de otra manera. Una persona, cristiana o no, no puede ser insensible a las necesidades de los demás, porque eso forma parte de la naturaleza humana”; es decir, es esperanzador saber que muchos y muchas tengan la voluntad de apoyar, y aún cuando considero que deberíamos ser más organizados, -aceptando y respetando las funciones y capacidades de algunas dependencias y organizaciones que de forma permanente se dedican a actividades inherentes al voluntariado público y social-, me reconforta la idea de que “La esperanza está precisamente en la gran reacción de generosidad y solidaridad de la gente” según declaró en alguna ocasión el personaje ya citado.
Se debe concebir a la solidaridad como la conducta de apoyo que requiere una sociedad progresista, pues aduciendo a Peces Barba: “La caridad producía beneficencia y la solidaridad produce servicios sociales”; es decir, de la caridad a la solidaridad, de la beneficencia a los servicios sociales, ha habido una evolución fundamental en la historia de la atención a la ciudadanía. En este sentido, nuevamente aludo al concepto de solidaridad como “el reconocimiento práctico de la obligación natural que tienen los individuos y los grupos humanos de contribuir al bienestar de los que tienen que ver con ellos, especialmente de los que tienen mayor necesidad” (Sebastián).
Por último, considero importante compartir un listado que considero concentra algunas líneas de acción fundamentales, publicado en el 2010 en Chile y que se denomina “Decálogo del ciudadano solidario en tiempos de emergencia”, y por tanto, aplica para cualquier caso y para todos nuestros días: 1. La prioridad hoy es AYUDAR Y AYUDA: Por favor, guárdese para más rato las críticas al gobierno, odios, la vergüenza por la violencia… eso no aporta nada y sólo sirve para tirar para abajo nuestro ya arrastrado ánimo. 2. PACIENCIA. Sobre todo de aquellos/as que no han perdido sus casas y tienen a su familia sana y salva. Si tiene un problema comprenda que la mayoría ahora lo tiene, no exija cosas como si usted fuera el centro del mundo, tenga paciencia que este proceso es lento. 3. APROVECHE las redes sociales: no las use para potenciar el caos y la histeria, sino que aprovéchelas difundiendo la búsqueda de personas, difundiendo las formas de ayudar, recopilando información sobre las localidades aisladas que no aparecen en los medios y ayudando a mantener la calma. 4. Si tiene cosas para donar, dónelas; si tiene recursos, también; si tiene buena salud, done sangre; si tiene tiempo, súmese al voluntariado; si sólo puede ir a trabajar, vaya y estará ayudando a mover esta máquina llamada economía. 5. Ante saqueos a casas damnificadas y víctimas, una organización entre pares: defiendan las casas, los barrios entre todos y todas, monten guardia por turnos entre vecinos, distribuyan las tareas, coman todos juntos, compartan el agua. No se dejen vencer por el pánico y el hambre. 6. Si se sienten inútiles en casa mirando el internet y la tele, he aquí una de las posibles soluciones: SEAN SOLIDARIOS, LIBEREN SU WI-FI, así los que no tienen pueden ver las noticias y/o buscar-contactarse con sus familiares. Mucha gente ha conseguido información de sus familiares sólo gracias a desconocidos en twitter y facebook. 7. NO ACAPARAR. Esto es muy importante, sea racional, escuche las noticias, infórmese y piense en sus coterráneos. Las cosas se acaban cuando la gente entra en pánico y compra todo lo que puede, sin pensar en los demás. 8. EXIGIR a los medios de comunicación masivos, sobre todo a los canales de televisión abierta, actuar con RESPONSABILIDAD Y NO SEMBRAR EL PÁNICO en la población. No se puede seguir con la lógica farandulera en medio de una catástrofe. Los medios deben ponerse al servicio de la sociedad y trasmitir sólo información de utilidad pública. La morbosidad y la farándula sólo entorpecen el camino de la reconstrucción. 9. Respeto a los DERECHOS HUMANOS, ahora y siempre, que el estado de excepción no sirva de excusa para olvidarnos que debemos respetarnos unos a otros/as. 10. Y cuando pase la emergencia, NO OLVIDAR a los millones de damnificados/as, a los pueblos destruidos y RECORDAR PARA LO POSITIVO la experiencia que hemos vivido y que seguiremos viviendo. Y tener conciencia y claridad: sólo cuando pase la emergencia será hora de repasar lo bueno, lo malo y lo feo.
Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alejandra.salgado.esdafzk@gmail.com.

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