LA FELICIDAD

“Nuestras reacciones suelen ser desmesuradas cuando ocurre algo malo, sentimos que nunca más volveremos a ser felices, que nuestra vida tal y como la conocíamos se ha acabado para siempre, pero no es así”

“Lo importante no es evitar el dolor, sino saber convivir con él y afrontarlo para dirigir nuestra vida”

  Sonja Lyubomirsky

Por: Alejandra Salgado Romero

Existe un concepto que a todo ser humano interesa: la felicidad… el 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad, una efeméride proclamada la Asamblea General de Naciones Unidas en la Resolución 66/281 de 2012, una fecha simbólica para conmemorar la importancia que tiene la felicidad como parte integral en el desarrollo y bienestar de todos los seres humanos. En un contexto de constantes cambios, dificultades y grandes retos, resulta fundamental recordar siempre la importancia de tener fe y creer en nosotros/as mismos/as, ser agradecidos/as y amables y recordar que la conexión entre personas es uno de los elementos clave para tener una mente sana, ser feliz y hacer felices a quienes nos rodean.  La felicidad, de una forma u otra, siempre ha estado en el centro de la filosofía y en algunos casos ha llegado a convertirse en uno de los conceptos clave alrededor del cual surgieron diferentes escuelas de pensamiento. De hecho, la felicidad desempeñó un papel protagonista en la aparición y el desarrollo de la ética griega.

Como antecedente, cabe citar que los filósofos griegos se plantearon dos preguntas esenciales: qué es la felicidad y qué hace felices a las personas. Sus respuestas dieron lugar a tres posturas diferentes. En la primera, se encontraban los filósofos como Aristóteles, que afirmaban que ser feliz implicaba lograr la autorrealización y alcanzar las metas que nos hemos propuesto, alcanzando un estado de plenitud y armonía del alma. Esta corriente filosófica se conoció como eudemonismo. Otro grupo de filósofos afirmaba que la felicidad significaba valerse por sí mismos/as, ser autosuficientes y no tener que depender de nadie, por lo que todos/as llevamos dentro los elementos necesarios para ser felices y autónomos/as, pero para lograrlo necesitamos seguir una vida sencilla y acorde a la naturaleza; por ende, los estoicos afirmaban que sólo se puede alcanzar la verdadera felicidad cuando se es ajeno a las comodidades materiales y se sigue una vida basada en la razón, la virtud y la imperturbabilidad. Por último, la tercera corriente de la filosofía griega que se dedicó a analizar la felicidad fue el hedonismo. Para su máximo representante, Epicuro, la felicidad significaba experimentar placer, tanto a nivel físico como intelectual, huyendo del sufrimiento. No obstante, también indicaba que la clave para ser feliz radicaba en evitar los excesos, porque estos terminan provocando angustia, y apuntaba que se debe cultivar el espíritu sobre los placeres de la carne, por lo que es imprescindible hallar un punto medio.

Posteriormente, el racionalismo aportó que debemos comprender a la felicidad como la mera adaptación a la realidad; los racionalistas afirmaban que la clave radica en conocer la realidad, este conocimiento nos permite aceptar los sucesos y, por ende, ser más felices. Posteriormente, a mediados del Siglo XIX surgió una corriente filosófica muy interesante denominada “Nuevo Pensamiento”, que sostenía que la felicidad era una actitud mental, una decisión. Según estos filósofos, todos/as estamos buscando constantemente un camino que nos permita ser más felices, pero la clave radica en aceptar nuestra condición, nuestra historia de vida y nuestro pasado, y cuando tomamos esa decisión conscientemente, nos acercamos a la felicidad. Matthieu Ricard, un biólogo molecular que dejó su carrera para abrazar el budismo y recibió el título del “hombre más feliz del mundo”, -por ejemplo, cuando neurocientíficos de la Universidad de Wisconsin escanearon su cerebro y obtuvieron resultados que lo situaban muy por encima de las y los demás en la escala de felicidad-, ha expresado que el altruismo y la aceptación del presente, son las claves para alcanzar la felicidad auténtica, pero también, ha afirmado que es necesario ser perseverantes a lo largo del camino. También indica que debemos focalizarnos en nuestro interior, en vez de concentrarnos en el exterior, e ir poniendo en práctica pequeños cambios que nos proporcionen alegría interna. Por su parte, Mihaly Csikszentmihalyi, -considerado el investigador más importante del mundo en el ámbito de la Psicología Positiva-, cree que la felicidad es un producto, el resultado de un estado de flujo; ahora bien, el flujo sería una experiencia en la cual nos mantenemos muy motivados/as, absortos/as en lo que estamos haciendo, hasta tal punto que perdemos la noción del tiempo. Cuando ese estado de flujo representa un reto y conduce al crecimiento personal, también nos reporta satisfacción y felicidad.

A lo largo del tiempo, ha habido filósofos, -como Nietzsche-, para quienes el ser humano no ha sido concebido para ser feliz, sino que está destinado a sufrir, así como neurocientíficos que reducen la felicidad a una serie de cambios bioquímicos que ocurren en nuestro cerebro, una vez que hemos satisfecho nuestros deseos más anhelados. En contraparte, Sonja Lyubomirsky, Doctora en Psicología social y de la personalidad por la Universidad de Stanford, así como profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Riverside, ha afirmado que los seres humanos somos muy resilientes y tenemos una gran capacidad de adaptación. Tras más de treinta años de investigación, Lyubomirsky demuestra que aquello que anhelamos casi nunca nos hace felices cuando lo conseguimos y que, en cambio, las adversidades a menudo contribuyen a nuestra felicidad, haciéndonos evolucionar, apreciar las cosas buenas y desarrollar nuestra creatividad: “Cuando alguien es feliz siente que tiene una buena vida, está satisfecho con ella y siente que está alcanzando sus objetivos, pero también siente a menudo emociones positivas, ya sea tranquilidad, entusiasmo, curiosidad, afecto u orgullo. Eso es la felicidad”. Está comprobado que uno/a puede convertirse en alguien más feliz, ya sea bajo circunstancias normales o en circunstancias complicadas.

         Por último, es necesario entender que la felicidad no es sólo algo que nos hace sentir bien de forma individual, sino que es algo bueno para nuestros seres queridos y para la sociedad, porque cuando somos felices, somos más generosos/as, productivos/as, creativos/as… incluso estamos más sanos/as, tenemos más energía, más posibilidades de perseguir un objetivo y tener éxito en ello, tenemos mejores relaciones y más posibilidades de hacer amigos/as. Más allá de las circunstancias negativas, salgamos de cualquier crisis siendo más fuertes y felices que antes, trabajemos en apreciar las cosas buenas de nuestras vidas, -incluso más que antes-, y así habremos aprendido mucho de nosotros/as mismos/as, habremos crecido, nuestras relaciones, -las significativas-, saldrán fortalecidas… pensemos que lo importante es que, cuando hayamos superado todo lo que ahora parece complicado, seremos más fuertes, más maduros/as… habremos trabajado a favor de nuestra felicidad.

Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.

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