Benita Galeana, ejemplar guerrerense
Por: Alejandra Salgado Romero
“Este hermoso castillo fue creciendo y
bañándose en sangre de estas luchas
y pedazos de ternura levantando a
nuestros compañeros, que luchaban
por una vida mejor.”
Benita Galeana
Las mujeres hemos ido incluyéndonos en la vida pública y en la participación política, alzando la voz, resistiendo y luchando por superar la desigualdad, por lo que es necesario recuperar el papel desempeñado por nuestras ancestras en las luchas armadas y sociales, reconocer su valía y a través de nuestro actuar, honrar su memoria. Lo anterior cobra relevancia al darse a conocer que Diputadas y Diputados de la LXIII Legislatura aprobaron entregar la Presea “Sentimientos de la Nación”, en grado postmortem, a Benita Galeana, reconocida activista por los derechos de las mujeres y las y los trabajadores, siendo ésta la primera vez en la historia de la entidad que se entrega este galardón a una mujer guerrerense. En el dictamen leído por la diputada perredista Patricia Doroteo Calderón y suscrito por la Junta de Coordinación Política (JUCOPO) se menciona que dicho reconocimiento, como cada año, sería entregado en la sesión solemne del próximo 13 de septiembre en la Catedral de La Asunción de María de Chilpancingo, en el marco del 210 Aniversario de la Instalación del Primer Congreso de Anáhuac.
Y así, el Gobierno del Estado de Guerrero, encabezado por la Mtra. Evelyn Cesia Salgado Pineda y la LXIII Legislatura entregaron la Presea y honraron la memoria de una ejemplar guerrerense: Benita Galeana Lacunza, quien nació el 7 de diciembre de 1907 en San Jerónimo, Guerrero. La madre de Benita, Aurelia Flores, murió cuando la niña tenía dos años; el padre, Genaro Galeana, alguna vez el hombre más rico del pueblo, se consumió poco a poco en el alcohol. Desde niña Benita conoció la pobreza junto con la violencia. Después de la muerte de su padre, Benita, de seis años, se fue a vivir con Camila, su hermana mayor, para ayudarle con los trabajos domésticos: moler el nixtamal, hacer y vender tamales y cuidar a los niños pequeños de su hermana. Benita aprendió a golpes y a cambio de pocas satisfacciones los trabajos de la casa y del campo. Uno de sus más grandes anhelos fue ir a la escuela para aprender a leer y escribir. Casi de manera simbólica, el deseo más intenso de Benita fue poseer un par de zapatos, pues representaban no sólo la liberación de las privaciones, sino también, la oportunidad de irse del pueblo y emprender una vida propia. La ciudad de México era el destino ideal, pero pasarían varios años antes de alcanzarlo. Fue vendedora ambulante en Guerrero y fichera de cabaret.
Sin saber leer, se autoeducó en la lucha política convirtiéndose en una oradora con enorme capacidad de arrastre. Siendo joven militó en el Partido Comunista. Luchó por un estatuto jurídico y un seguro social para los trabajadores. Por sus actividades políticas fue detenida en 58 ocasiones. Padeció de una lesión de columna (durante muchos años usó un corsé de madera) a causa de malos tratos por parte de la policía. Fue precursora del feminismo socialista en México, participó en 1935 en la creación del Frente Único Pro-Derechos de la Mujer (FUPDM).
Además, tomó parte en el último mitin en la explanada de la Procuraduría General de la República para exigir libertad a las presas de Yanga, Cacalomacán, Estado de México y el entonces denominado D.F, acusadas de pertenecer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En su ámbito personal, estuvo casada con el periodista Mario Gil, y además de su primera hija, adoptó a seis niñas. Esta ejemplar mujer falleció a causa de una embolia cerebral el 17 de abril de 1995 en la Ciudad de México.
Estuvo presa en varias ocasiones por sus actividades como defensora de los derechos de los trabajadores y los marginados. Luchó por la jornada de ocho horas. Junto con Consuelo Uranga, Concha Michel, Margarita Gutiérrez y Julia Hernández, organizó a las mujeres desempleadas para demandar la creación de guarderías, de un sanatorio para mujeres, la igualdad de los salarios para ambos sexos en labores semejantes, el reconocimiento de los derechos para los hijos naturales y el sufragio femenino (logrado hasta 1952). Trabajó en la oficina de correos durante catorce años.
Benita Galeana es autora de dos obras autobiográficas: Benita y El peso mocho. En la primera da una visión muy personal de la Revolución y de la dura vida que lleva la mujer campesina y obrera; describe los crueles momentos que vivió desde su infancia hasta cuando se convirtió en activista política. En la segunda, publicada treinta y nueve años después, reúne diez relatos en los que recrea las costumbres y tradiciones del pueblo de San Jerónimo en la época revolucionaria.. Murió sin haber visto la publicación de su tercer libro: Actos vividos, en la que relata su vida al lado de escritores como José Revueltas, en la época de Manuel Ávila Camacho. En 1988 se creó una coordinadora de mujeres que lleva su nombre. Ya enferma, su última voluntad fue donar su casa para convertirla en museo cuyo acervo actualmente consta de una biblioteca, archivos, fototeca, pinturas y objetos personales.
Benita se concibió a sí misma como única, pero al mismo tiempo se definía como un ser universal. Era consciente de la hazaña poco común en su época de haber superado el atraso de su pueblo, y con ingenio, astucia y sacrificios, haber llegado a la capital para asumir el papel de una luchadora social. Lo hizo a nombre suyo, pero a la vez creyó cargar a cuestas la suerte de millones de mujeres mexicanas que habían nacido en las mismas circunstancias que ella. Benita creía que las mujeres como ella eran indispensables, sobre todo mientras existieran otras que siguieran desamparadas social y políticamente. Entretanto hubiera pobreza y explotación, Benita asumía que hacía falta para dar ejemplo a las demás mujeres para que continuaran la lucha y su propia superación. Una vez que la lucha triunfara y todas las mujeres se convirtieran en Benitas, su papel central concluía porque la mujer luchadora, entonces, tendría un carácter universal. Hasta que eso no sucediera, Benita creía en su papel protagónico en la historia mexicana que, sin duda alguna, también disfrutó.
Es importante visibilizar la vida y obra de mujeres guerrerenses como Benita Galeana, porque además de que se merecen nuestra admiración y reconocimiento, inspiran y motivan para buscar siempre luchar por nuestros ideales, a trabajar por salir adelante y superar adversidades y a practicar valores como justicia, solidaridad y valentía, en nuestro día a día.
Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.