Los cambios… verdaderas oportunidades

Por: Alejandra Salgado Romero

“No hay nada permanente, excepto el cambio”
Heráclito

Viktor E. Frankl expresó que “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”… y es verdad, porque además, es siempre sorprendente la forma en la que se van presentando los cambios en nuestra vida. Mucho he leído sobre este tema, y siento la necesidad de recordarme y compartirles, la importancia de saber encontrar el lado positivo a vivir un cambio; para empezar, debemos asumir que los cambios son inevitables e imparables y que, -aun sabiéndolo-, es difícil enfrentarlos… y perdonarnos lo débiles que podamos sentirnos ante todo aquello que un cambio conlleva. Forman parte de la naturaleza, pues la vida misma se integra de fases, etapas, ciclos, y a partir de ello, es que todo ser humano debe comprender que formamos parte de ese movimiento vital. Diversos/as autores/as han determinado que cambiar es sinónimo de crecer: algo a lo que no deberíamos tenerle miedo. Pero lo anterior resulta complejo y difícil, ya que una variación en nuestra existencia muchas veces conlleva incertidumbre y crisis, que deben ser enfrentadas con honestidad, valentía y optimismo. Si enfocamos nuestra realidad de un modo adecuado, podemos evolucionar, reinventarnos, descubriendo incluso aspectos insospechados tanto de nosotros/as mismos/as, como de quienes nos rodean.

Diversos autores/as han determinado que el primer paso para afrontar con mejor predisposición cada cambio en nuestro transitar, es aceptar que nada podemos hacer para detenerlos. Es más, cuando alguien regresa a un mismo cauce, las aguas no son las mismas… ni tampoco ese alguien es aquel o aquella que fue. Como seres humanos, como sociedad, debemos aprender mucho sobre este tema, para poder forjarnos como ciudadanos/as que veamos en todo cambio dentro de nuestra sociedad, una real oportunidad. Es necesario tener claro que existen cambios que están conformados por aquellas pequeñas transformaciones que se producen de manera gradual e imperceptible, como el desgaste de las cosas, el crecimiento de niños, niñas y adolescentes, el envejecimiento, etc., pero también existen algunos cambios que se generan en un corto periodo y de modo más o menos brusco: una mudanza, un nuevo trabajo, una muerte, un nacimiento, contraer matrimonio o enfrentar una separación.

En realidad, todo cambio implica una pérdida. Cuando algo se transforma, deja de ser de determinada manera y comienza a ser de otra: lo que era, deja de ser… aquello que ha cambiado ha dejado de existir, es decir, se ha perdido. Y las pérdidas, por supuesto, duelen. A partir de lo anterior, debemos comprender que nuestra resistencia a los cambios no es otra cosa que un intento de no enfrentarnos con el dolor de perder algo que nos ha acompañado algún tiempo en nuestra vida… aun cuando, -a veces-, ya no lo deseemos más. Pero esto no quiere decir que no haya cambios positivos, pues en casi todos los casos es posible que la ganancia sea mayor que la pérdida, pero no por eso dejaremos de sentir dolor por la desaparición de la situación inicial.

Todos los cambios, -además-, siguen con un periodo de “duelo” en el que debemos cuidar en todo momento no confundir el dolor que da dejar atrás lo que fue en un momento dado, con el arrepentimiento y/o el aprecio por lo que es en la actualidad. Perder, dejar atrás, cambiar, es doloroso… pero también puede ser liberador, renovador, enriquecedor, que es lo importante en todo cambio: que nos entrega un universo de posibilidades, pues podemos elegir, cada día, cada momento, cómo queremos vivir. Para afrontar los cambios que vendrán y aceptarlos, debemos estar dispuestos/as a renunciar, pero en retribución ganaremos un abanico enorme de opciones y caminos.

Padres, madres, docentes, comunicadores/as, autoridades, debemos formar a nuestras nuevas generaciones para que sean capaces de ver todo cambio como una auténtica oportunidad, bajo el precepto de que aun cuando en nuestro día a día es muy posible que tengamos que dejar atrás algo que nos definía, que hasta no hace mucho nos hacía feliz… lejos de temer a la soledad o a la incertidumbre que les podría provocar, decidan afrontarlo como una inmensa oportunidad. Sabemos que no es fácil, pero si tenemos claro que el propósito final en esta vida es ser feliz, entenderemos que es necesario buscar nuevas puertas, mejores oportunidades. Para lograrlo se necesita mucha valentía, decisión personal y la suficiente autoestima como para salir de nuestra zona de confort… con la seguridad de que nuestro ciclo vital está lleno de variaciones, debemos alejarnos del temor, motivarnos y generar las condiciones para formar parte de ese transitar único que es crecer, madurar, amar, crear vínculos, creando, sumando y generando nuestra propia felicidad.

Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.

Comparte en: