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Ciudad de México., Hay decisiones que no se toman con la cabeza, sino con la víscera. A los 17 años, Diego “El Androide” Jiménez cargó con una de esas: dejó el escudo del Club América, donde fue portero titular de la Sub-15 y menos goleado durante tres años en fuerzas básicas, para lanzarse a un mundo mucho más solitario, brutal y visceral: el boxeo.
¿POR QUÉ DIEGO ‘EL ANDROIDE’ JIMÉNEZ DEJÓ EL FUTBOL POR EL BOXEO?
No fue una rabieta, ni una moda pasajera. Fue una revelación. “El futbol era mi vida, entrenaba en Coapa, estaba en la Sub-15. Pero llegó la pandemia, el equipo se paró… y la vida me cambió”, recuerda sin titubeos. Un amigo de la escuela lo invitó a probar una clase de box. Una clase bastó para que su mundo diera un giro. A la semana, ya estaba peleando.
“Me fascinó. Esa sensación de subirme al ring… ahí supe que era lo mío”.
No fue fácil dejar atrás al América. Pocos lo hacen. Menos aún cuando están brillando. “Tuve que ir a dar las gracias. Y ellos lo entendieron. Vieron que estaba sobresaliendo en el box y me dijeron: ‘Si eso es lo que te gusta, adelante’”.
Esa frase, tan simple y tan profunda, marcó el inicio de su nueva vida. Porque Diego Jiménez no salió por la puerta de atrás. Se fue de frente, con respeto. Y con una certeza que pocos adultos logran construir: no se arrepiente. “Si me invitan, claro que me echo una cascarita con ellos, pero no… yo estoy feliz con la decisión que tomé”.
¿CUÁL ES EL RÉCORD DE “EL ANDROIDE” JIMÉNEZ COMO BOXEADOR?
Hoy, el joven que defendía el arco del América, defiende su nombre con los puños. Lleva récord perfecto: 5-0, con 3 nocauts y el próximo 1 de agosto, subirá de nuevo al ring para demostrar que su apuesta fue la correcta.

El futbol le dejó más que recuerdos. Le dejó reflejos, agilidad, disciplina. “Ser portero me ayudó a que al principio no me entraran tantos golpes”, dice entre risas. Pero cuando habla de sus ídolos, la sonrisa se vuelve seria. Reverente. “Desde niño veía las trilogías de Márquez contra Pacquiao con mi familia. Desde ahí, Manny me atrapó. Es mi referente”.
Y aunque sus referentes ya son leyenda, Diego también encuentra motivación en los que aún pisan el ring. Como Sebastián Fundora, a quien conoció en una conferencia. “Estar sentado a su lado fue increíble. Lo había visto pelear hace dos semanas. Me emocioné como si fuera mi hermano”.
Pero lo que más sorprende no es su récord, ni su temple, ni siquiera su historia. Lo que de verdad desconcierta es su forma de mirar el futuro: sin prisa. “Sí, quiero llegar a Las Vegas, a esos escenarios grandes. Pero no me quiero comer el mundo. Quiero disfrutar el proceso”.
Y en ese proceso, hay algo claro: Diego Jiménez no es el típico boxeador fabricado a base de rabia o hambre. Él viene de una institución que exige excelencia. Formado en Coapa, hoy pelea con la misma disciplina con la que defendía el arco.
Solo que ahora, si se cae, no hay defensas que lo salven. Solo está él, sus guantes, y la voluntad de quien ya eligió su destino.