Por: Álvaro Venegas Sánchez

“Me van a extrañar”, deslizó el presidente AMLO. Había pasado la elección presidencial y se había reconocido el triunfo de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo. Inquirido, de buen humor, se refirió a los momentos que propiciaban algunos periodistas que solían acudir a las conferencias mañaneras con evidentes intenciones no de preguntar, sino más bien debatir con él. Nunca rehuía, aguantaba acudiendo a ejemplos de la historia; parecía más bien divertirse exhibiendo los motivos e intereses de los dueños de los medios que enviaban a reporteros.


“Me van a extrañar”, una premonición. Claro, las mañaneras, nombradas ahora Conferencias del Pueblo, aunque sujetas a un horario continúan proyectando la agenda política nacional con la misma calidad y libertad de expresión. La política encaminada a impulsar la segunda etapa de la cuarta transformación no se detiene. Por supuesto, la presidenta Sheinbaum tiene cualidades propias y por tanto, sin apartarse de los principios del movimiento, está imprimiendo su sello personal. En este sentido, si todavía fuera presidente López Obrador, ¿habría invitado, por cortesía, a la presidenta de la SCJN, Norma Piña, al acto conmemorativo de la Constitución en Querétaro? El expresidente, si algo tenía que decir, lo decía (“mi pecho no es bodega”); de lejos o de frente, de forma verbal o escrita. En todo caso, si la susodicha considerara la invitación, sabía lo que podría escuchar.

La presidenta Sheinbaum simplemente optó prescindir de su presencia. Dijo, para qué: no respeta al Poder Ejecutivo, al Poder Legislativo ni la Constitución que juró defender. Sólo faltó dijera: desdén con desdén se paga.


En estricto sentido, desde que asumió el cargo, el desapego de la máxima representante del Poder Judicial, no tuvo que ver con la defensa de la autonomía de la SCJN. Fue ridículo, permanecer sentada y no aplaudir para recibir al presidente en acto de protocolo. No. El mensaje que quiso dar en aquel momento en el Teatro de la República, fue de plena lealtad a quien la palomeó para que presidiera la Suprema Corte (Peña Nieto) y a los grupos facciosos que por sus influencias y poder económico estaban acostumbrados administrar a su conveniencia la perturbación de la paz pública.


Cinco días antes, la ministra Loretta Ortiz, hizo escuchar su inconformidad explicando que la reforma al Poder Judicial es la más importante que ha tenido la Constitución desde 1917; “muchos piensan que la propuesta de enmienda del presidente López Obrador, se debía a que estaba molesto con el Poder Judicial”. Es falso, “eso no motivó la iniciativa”. La verdad, explicó, es que desde hace más de 20 años, el relator especial de la ONU sobre acceso a la justicia, nos hizo un informe, igual que a otros países. Estaba como ministro presidente Mariano Azuela Güitrón. Ahí señaló la mayoría de las razones y motivos por los cuales se hizo ahora la reforma. Una de ellas “lo largo de los procesos, pero además la corrupción, y que No debería estar unificado el consejo de la Judicatura Federal (CJF) con la SCJN”. Por si faltara, apuntó: el acceso a la justicia de la gente con menos recursos sólo se lograba si se tenían buenos abogados, esto era de gran preocupación.

Inconforme e informada, Loretta Ortiz, planteó: “los ministros estábamos en el Olimpo de los dioses, felices sin contacto con la ciudadanía. ¿Cómo vamos a conocer la realidad que estamos llamados a cambiar?” “Los que nos van a ver son los representantes de los grandes intereses, de los grandes despachos, pueden pagar grandes cantidades. Hay empresas con más de 100 abogados. ¿Qué va a hacer un trabajador contra el jurídico de una de esas empresas? Eso no es justicia, nunca será justicia”.


Prosiguió: “Si no hay justicia rápida, expedita, los problemas sociales crecen y continúan, y por eso no tenemos paz. Si prosiguen sin resolverse, los conflictos empeoran, se hace justicia por mano propia. Por eso ocurren linchamientos, toma de territorios por la fuerza; la falta de justicia genera conflictos. Para la ciudadanía la falta de justicia no es un tema de legalidad. ¿Hay tribunales abiertos, sí; ¿hay acceso para que se resuelvan, pues sí, pero no sabes cuándo; hay juicios que duran años y eso no es justo. No se puede hablar de justicia retardada. Justicia que no es pronta ni expedita es justicia denegada”.

Entonces, la reforma al Poder Judicial estaba justificada, pero no hubo sensibilidad y menos interés de hacerla de parte de la mayoría de los ministros. Para ellos y los poderes fácticos así estaba bien, eran felices. Por lo mismo, ante los vientos de transformación ahí se atrincheraron para defenderlo. Por fortuna, los obstáculos que ponen se han ido superando y todo indica que, el próximo mes de junio, el pueblo elegirá jueces, magistrados y ministros por primera vez. Será para bien.
Iguala, Gro., febrero 10 del 2025

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