Yoshio y Astudillo agitan la política en Guerrero

Por: Igor Pettit

El viernes pasado, en la cabina de Controversias el ambiente estaba cargado de café caliente y silencios incómodos. Me tocó entrevistar a Yoshio Ávila, el joven excandidato a la Presidencia Municipal de Acapulco, en medio de una tormenta política que ya nadie puede ocultar.


Lo que parecía una simple charla radiofónica terminó confirmando lo que muchos veníamos escuchando en pasillos, cafés y reuniones: en Movimiento Ciudadano (MC) se está gestando una ruptura política que amenaza con partir al partido en Guerrero.


Desde el inicio lancé la pregunta clave, la que todo mundo quería escuchar:
—“¿Qué pasó con la salida de tales personas del partido?”.


La respuesta de Yoshio fue la esperada: negó imposiciones, negó pleitos, pidió respeto, y repitió varias veces que él no busca cargos ni ser “dueño” de nadie.


Pero mientras hablaba, los nombres comenzaron a salir uno a uno como cuentas de un rosario: Mario Moreno, Lázaro Mazón, Sebastián de la Rosa, Alessandra Maganda, Búlmaro Cabrera, Mauricio Legarreta… Una lista que no pasa desapercibida y que muestra un patrón claro: la estructura local de MC se está vaciando de cuadros y liderazgos. Subrayó la importancia de la unidad y el diálogo, destacando la situación del diputado Julián López, quien, según él, no ha sido contactado por la dirigencia estatal a pesar de haber expresado públicamente su preocupación.


Y aquí entra otro factor que explica la tensión: la llegada del exgobernador Héctor Astudillo Flores al tablero político naranja. Un hombre con historia, oficio y capital político, que no compró un partido vacío, sino uno con militancia formada, con trayectorias y expectativas que hoy se sienten desplazadas.


Y eso, lo digo con claridad, lo he visto en los caracoles, no es un choque de egos: es un pleito por candidaturas, espacios y recompensas políticas.
Lo curioso es que, en la entrevista, “MaraviYoshio” mantuvo un discurso calmado. “Jamás me he peleado con nadie”, expresó con serenidad, reivindicando su cercanía con la gente, su trabajo en colonias y su compromiso con Acapulco. Pero las renuncias hablan por sí solas: muchos militantes sienten que los acuerdos de campaña no se cumplieron y que su esfuerzo no ha sido valorado. Y cuando la base se siente usada, la salida es casi inevitable.
Además, hay gestos que contradicen las palabras. Yoshio asegura que no busca cargos, pero recorre colonias, aparece en fotografías con líderes nacionales de otros partidos, específicamente de Morena, y sostiene conversaciones que hieden a negociaciones anticipadas. En política, lo que se dice y lo que se hace rara vez coinciden.


La diputada Erika Lorena Lührs Cortés también entró en esta trama.
Su reciente informe legislativo fue impecable, pero lo que más llamó la atención fue la ausencia de Yoshio Ávila. Para muchos, ese gesto fue una señal inequívoca de distancia y rompimiento. Incluso se rumoró que Yoshio prohibió a sus cercanos asistir al evento, como fue el caso de Vicky Trani y Luisa Fontova, para restarle fuerza a la legisladora, considerada una de las cartas de Astudillo para la presidencia de Acapulco rumbo al 2027.


Durante la transmisión, hubo un momento incómodo: alguien preguntó directo —“¿Se están peleando por el poder o no?”—. Yoshio sonrió nervioso y se carcajeó muy a su estilo fresco y juvenil, negando de nuevo, pero la incomodidad en su voz decía otra cosa.


Lo resumo en tres puntos que detecté en la conversación:

  1. Salidas públicas y anunciadas de figuras relevantes. No son bajas silenciosas, son deslindes abiertos.
  2. Reparto de candidaturas desigual, donde unos ganaron y otros quedaron relegados, alimentando resentimientos.
  3. Un discurso contradictorio, porque mientras se niegan pleitos, los gestos muestran otra realidad.
    Casi al final de la charla, la duda creció más que la certeza. Le pregunté tajantemente si estaba preparando terreno en otro partido, incluso si podría terminar apoyando a la morenista Esthela Damián Peralta, aspirante a la gubernatura de Guerrero. Yoshio evadió la respuesta con elegancia, pero no con contundencia. “Estoy trabajando para el pueblo, el 2027 aún está lejos”, fue lo único que dijo.
    Al cierre, dejó una frase que generó revuelo en la audiencia: “Algún día vamos a gobernar Acapulco y vamos a brillar, lo haremos juntos, con respeto, sensibilidad y cercanía con la gente”, lo que muchos interpretaron como un guiño a sus aspiraciones políticas rumbo a 2027.
    Las conclusiones, por ahora, son claras:
  • MC enfrenta un riesgo real de ruptura interna.
  • Yoshio insiste en la prudencia, pero su silencio prolongado parece más una estrategia que una virtud.
  • Astudillo mueve piezas, y eso reacomoda todo el tablero político en Guerrero.
    Lo que viene puede ser decisivo:
  • O MC se sienta a recomponer acuerdos con diálogo y generosidad.
  • O las renuncias seguirán, hasta que la base se vaya con otros proyectos.
  • Y, en el peor escenario, el partido naranja podría llegar a 2027 con dos relatos distintos: el que intenta mandar desde arriba y el que se siente olvidado desde abajo.
    En política, cuando se rompe el relato, se rompen los votos. Y anoche, desde mi micrófono en Controversias, tuve la certeza de que esa grieta ya está abierta y huele a sangre fresca.