Por: Álvaro Venegas Sánchez
Al invitar al acto de toma de protesta al presidente español, el socialista Pedro Sánchez, y no a Felipe VI, la presidenta Claudia Sheinbaum provocó molestia y reclamos de falta de respeto al monarca a quien la política exterior de España considera jefe de Estado. En vez de disculparse la mandataria explicó el motivo por el cual determinó no hacerlo: haber ignorado la realeza la petición del presidente Andrés Manuel López Obrador de ofrecer una disculpa por las atrocidades cometidas contra los habitantes de los pueblos prehispánicos durante la conquista y la colonización. La desavenencia desempolvó opiniones y removió la herida.
Hace 28 años, octubre de 1996, hice llegar a los periódicos Diario 21 y El correo, ambos de Iguala, mi primer artículo el cual titulé: Civilización contra barbarie o barbarie contra civilización. Vio la luz nada más en Diario 21, igual otros trabajos que continué enviando. Al entrevistar al director de El Correo, Raúl Velasco Vázquez, en sus formas me hizo saber: no publico nada de alguien a quien no conozco. No tuve más que decir, me despedí. En ese tiempo un servidor era secretario de Cultura y Recreación del CEN del SNTE y el trienio anterior había sido de Estadística y Planeación; pero sin duda, un desconocido o no estaba en el buen ánimo de contrarios a la lucha sindical democrática del magisterio.
La publicación con la que inicié fue síntesis de un ensayo que presenté para efectos de evaluación de una materia en la maestría que cursaba en el ICE de la UAEM. Ante la celebración de los 500 años de la llegada de los españoles (1492-1992) y el significado de la conquista y la colonización, en la primera mitad de la década de los 90s el debate tuvo auge. Si de pronto no se habla, no significa que el tema haya sido olvidado. Ahí radica la importancia de no invitar al Rey. Sheinbaum, hizo recordar que, a pesar del tiempo, prevalecen arrogancia y creencia de superioridad racial y cultural.
Lo anterior, me impulsó a reproducir para mis lectores el artículo en comento; resumido y en dos entregas. Inicio: “Con la llegada de los españoles sobrevino la destrucción. Si a partir de la colonia surge una cultura diferente producto de la fusión cultural, es gracias a que los habitantes de este continente tenían conocimientos, creencias y formas de vida desarrolladas; sobre todo y principalmente porque no fueron totalmente exterminados. Los primeros relatos del “descubrimiento” afianzaron la idea de una naturaleza paradisiaca y un noble salvaje. Algunos cronistas, con el único afán de escribir sobre lo que veían y hacían (no eran escritores), en ocasiones denigraron la naturaleza del nuevo mundo y declararon la inferioridad de sus habitantes llamándolos “hombres sin alma”.
Así, resultaron panegiristas unos y detractores otros. De un lado podemos ubicar a los misioneros y del otro a cronistas de la soldadesca. De los primeros figura prominente es Fray Bartolomé de las Casas, quien defendió el principio de que sólo era legítimo evangelizar pacíficamente a los indios: “Los españoles, o se volvían a España dejando las cosas como las encontraron o aprendían a conquistar con agua bendita y escapularios, pidiendo permiso a los indios”. La versión contraria, extrema, quizás más indicativa del nivel de la controversia que se desató para definir la suerte del indio y la cultura de América, es la de Gonzalo Fernández de Oviedo cuyo campo de observación fue el Caribe, principalmente las islas de Haití (la española), Cuba y del Darién a Nicaragua.
En el Sumario de la Natural Historia de la India, dedicado a Carlos V para mostrarle sus posesiones ultramarinas, justifica la política imperial al señalar: “Dios ha elegido a los españoles para implantar una monarquía católica”. Si bien condena al infierno a los soldados por su maldad, se contradice al despreciar al indio. La rapacidad de los españoles le parece accidental; en cambio los defectos que mira en los indios los considera esenciales: “son defectos del salvajismo que, al privarlos del conocimiento de la religión verdadera les afea las almas. Y en momentos propios de su impaciencia, creía que los indios eran tinieblas de Satanás que había que exterminar: “ … son hombres, no bestias; pero tan viciosos, viles, cobardes, degenerados, supersticiosos, ingratos, falsos, perezosos y estúpidos que hay que tratarlos como bestias; ellos son los culpables de su propia destrucción por no ser capaces de formar parte del imperio católico de Carlos V”
En el siglo XVI el indio era abstracción del hombre bueno y el hombre malo y, desde la visión de Fernández de Oviedo, era el hombre malo. Por tanto: “Dios lo castiga con el brazo del conquistador”. Cuestión de entender. El enfrentamiento de estas ideas pronto pasó de las palabras a los hechos. Los españoles se volcaron con tanta violencia que, inevitablemente, la conquista adquirió una calidad “demasiado humana”. Continuará el lunes próximo.
Iguala, Gro., octubre 14 del 2024