Por: Álvaro Venegas Sánchez
La escuela normal rural Raúl Isidro Burgos cumplirá en marzo de 2026 cien años de edad. Nació durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, un militar y político que gobernó de diciembre de 1924 a noviembre de 1928 llegando a la presidencia con un lema que convirtió en promesa: construir cada año mil escuelas rurales. Recién nacida, la escuela sintió las tempestades de la Cristiada, o Guerra de los Cristeros, confrontación que duró de agosto de 1926 a junio de 1929. Eran milicias de religiosos conservadores contra La ley Calles que proponía limitar y controlar el culto católico.
No faltará quien escriba para destacar y profundizar el contexto histórico y los titánicos esfuerzos de los ilustres y bien recordados maestros Rodolfo A. Bonilla y Raúl Isidro Burgos para que la Normal fuera realidad y una opción de esperanza para los hijos de campesinos pobres fundamentalmente de Guerrero, nuestra patria chica. De mi parte, que por preocupación y amor a mi alma mater ha sido tema de mi columna en Diario 21 desde tiempo atrás, la primera en febrero del 2001, a un año de distancia de la celebración del centenario quiero señalar lo que considero deberían hacer la autoridad y la comunidad estudiantil de la institución.
Un breve paréntesis. El pasado miércoles 26, se develó el mural: Nicolás Bravo, Héroe del perdón. Evento para celebrar el 99 Aniversario de la escuela primaria con ese nombre ubicada en el centro de esta histórica ciudad de la región Norte de Guerrero. En la disertación destacaron que de sus aulas egresaron la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, el presidente municipal actual Erik Catán Rendón, el autor del mural Amílcar Venegas Cisneros y tantos otros que han proyectado el prestigio de la escuela. Justo lo que ahí escuché, me provocó para escribir una vez más, sobre Ayotzinapa.
Retomo el tema. Creo que la comunidad de la Normal tiene el reto y el compromiso de ofrecer a la sociedad guerrerense un resumen de su aportación en el aspecto social, académico, pedagógico y demás que sea de su competencia, justificando existencia y necesaria permanencia. Rendir cuentas es deber ético y moral, incluso para evidenciar abandono y falta de apoyo oficial.
La conmemoración del centenario deben convertirlo en foro de oportunidad para decir, de forma honesta y autocrítica esto somos y esto necesitamos en nuestra preparación; porque no queremos fallar en la educación de la niñez guerrerense de las comunidades que cada año esperan a los que de aquí egresan. Sería un gesto noble, loable y plausible que los grandes y ameritados maestros fundadores, Rodolfo A. Bonilla y Raúl Isidro Burgos, agradecerían indudablemente. Porque ellos no tuvieron la visión de hacer revolucionarios que fueran maestros, sino maestros que con el impacto de su desempeño lograran cambios de transformación social.
El acontecimiento, mal harían convertirlo en espacio exclusivo de reclamo y denuncia y para repetir aquello tantas veces expresado por los normalistas en manifestaciones públicas. La reivindicación a Ricardo Flores Magón, precursor de la Revolución de 1910, al ideario de Lucio Cabañas Barrientos, es lo de menos, tienen derecho; pero los señalamientos por lo sucedido el 26 de septiembre en La noche de Iguala, los lamentables decesos de alumnos en otros eventos, son asuntos que van a continuar porque, respecto a ellos, aun llegando a la verdad no habrá una opinión y un dictamen de consenso. Por tanto, siendo necesario y correcto, no deben ser centro y acaparar la atención del acto ceremonial del centenario.
En esta dirección, egresados de varias generaciones, sobreponiéndonos al desprestigio y al deseo de que la cierren, trabajamos y hacemos esfuerzos para motivar al mayor número de compañeros que nos formamos en Ayotzinapa, a estar presentes en alguna de las actividades que programen (si permiten) el próximo año; Será un honor y gran privilegio volver a pisar el suelo de nuestra querida escuela.
Iguala, Gro., marzo 31 de 2025