27 de Octubre 2025.- Cada año, cuando se acerca el Día de Muertos, los caminos, ofrendas y cementerios de México se tiñen de un intenso color dorado. Es el cempasúchil, la flor del sol, cuya fragancia y luz se cree que muestran el sendero a las almas que regresan a visitar a sus seres queridos.

Según una antigua leyenda mexica, esta flor nació del amor eterno entre dos jóvenes: Xóchitl y Huitzilin. Desde niños compartieron su vida, su alegría y sus sueños. Cuando Huitzilin partió a la guerra y no volvió, Xóchitl, desconsolada, elevó una plegaria al dios Tonatiuh para poder reunirse con él.

Conmovido por su devoción, el dios del sol la transformó en una flor brillante, de pétalos dorados como los rayos del amanecer.

Tiempo después, un colibrí el alma de Huitzilin se posó sobre aquella flor, y al tocarla, esta cobró vida, llenándose de color y aroma. Así, el cempasúchil se convirtió en símbolo del amor que trasciende la muerte.

Hoy, cada pétalo encendido en los altares recuerda ese reencuentro divino. Su luz representa la esperanza, y su aroma, el camino que conduce de nuevo a casa a quienes ya partieron.

El cempasúchil no solo adorna nuestras tradiciones; mantiene viva la conexión entre el cielo y la tierra, entre el recuerdo y la eternidad.