Por: José Eduardo Cruz Carbajal

“Mi embrión vieron tus ojos…”.
Salmos 139:16


Iguala, Guerrero, Enero 14.- Mi muy amado bebé: Saber que soy papá cambió mi mundo por completo, honestamente sentí mucho miedo, sentí que no iba a poder con la enorme responsabilidad de formarte, pero también me llené de emoción y en mi corazón empezó a nacer un amor incondicional por ti, algo que yo no sabía que podía sentir. Sin embargo, mi alegría duró poco, moriste antes de nacer, no pude conocerte, no te tuve en mis brazos, la noticia de tu muerte rompió mi corazón. Las palabras del médico aún resuenan en mi mente: “El corazón de su bebé ha dejado de latir”, desde ese momento ya nada volvió a ser igual para mí. Siento una profunda tristeza por saber que te fuiste sin ver la luz del sol, la culpa me atormenta, siento que debí haber hecho algo más por ti y por tu mamita y no lo hice, si tan solo hubiera sido más cuidadoso, si tan solo hubiera estado más alerta hoy seguirías vivo, no existe un acta de nacimiento, tampoco un acta de defunción, ¡Me molesta mucho que tu vida no sea reconocida! ¿Por qué tuviste que morir de esa manera? ¡Que injusta es la vida!

Ni siquiera me entregaron tu cuerpo para darte sepultura, mi mente y mi corazón son atormentados tan solo de imaginar cómo sacaban del vientre de tu mami tu cuerpecito hecho pedazos. ¡No es justo! ¡No hay maldad en ti! ¡Me siento impotente! ¡Daría todo por tenerte conmigo! ¿Por qué no morí yo y no tú? No quiero otro hijo, eso no me consuela, te quiero a ti, tu vida es irremplazable. Tu mami y yo hemos recibido consuelo barato, nos dicen cosas como: Fue la voluntad de Dios, por algo pasan las cosas, quizá venia enfermito y era mejor que no viviera, tienen que estar bien, tienen que ser fuertes…Te juro que me dan ganas de matarlos a todos, decirles todas las maldiciones que se me vienen a la mente, no me explico por qué no comprenden que yo no quiero palabras vacías, yo solo quiero tener la certeza de que tu mami y yo no estaremos solos en estos momentos oscuros de la vida… y la frase que más me choca: “Algo tienes que aprender de todo esto”. ¡Es el colmo! ¿Qué he de aprender? ¡Ahora solo sé que la muerte de un hijo es el peor dolor de todos los que existen! Si ese es el aprendizaje, ya no quiero la vida, quiero irme contigo.

Sin embargo, a pesar de desear la muerte, sigo vivo, aunque por dentro me siento muerto, me han dicho que siga viviendo en honor y en amor a ti, y en verdad deseo hacerlo, solo que en este momento, esa tarea es demasiado peso sobre mis hombros, no puedo prometerte algo en especial ahora, solo tengo una que otra certeza… una parte de mí se fue contigo, y, siempre vas a ser mi hijo y yo siempre seré tu papá, quizá lo único que puedo prometerte es que nunca me olvidaré de ti, vives en mi corazón, vives en mi mente, vives en mí, creo que la esperanza que me dará consuelo con el paso del tiempo es saber que algún día te abrazaré en el cielo.

Con amor: Papá.

*José Eduardo Cruz Carbajal (Iguala, Guerrero) es psicólogo y maestro en tanatología. Contacto: psiceduardo15@gmail.com

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