Por: José Eduardo Cruz Carbajal
“…y nunca más le vio…”.
2 Reyes 2:12
Iguala, Guerrero, Marzo 18.- Un día simplemente decidiste ya no ser mi amigo, ya no caminar conmigo, tu decisión me tomó por sorpresa, nunca entendí el porqué de tu decisión, no me explicaste nada, tampoco me dejaste aclarar las muchas preguntas que pasaban por mi mente, me asusta pensar el hecho de que planeabas irte, no quiero ni siquiera pensar en si alejarte de mí era algo que desde hace mucho tiempo pasaba por tu mente, y en lugar de ser directo conmigo y decirme abiertamente que ya no querías tenerme en tu vida, solo decidiste dejarme. Creo que es demasiado tarde, ¿Cierto? Ya no somos amigos, posiblemente seguimos teniendo cosas en común, pero ya no las compartimos.
Fuiste una gran bendición, una respuesta de Dios a mi oración pidiéndole un amigo, ¡Vaya que eligió bien! ¡No se equivocó contigo! Gracias por todo lo que un día nos unió, por todo lo que compartimos, por ser un cómplice, un fiel confidente. Te confieso que tu ausencia en mi vida aún sigue siendo difícil de aceptar, seguro han pasado cosas en tu vida que hoy ignoro, y por supuesto han pasado momentos en mi vida los cuales me hubiera gustado compartir contigo, pero la realidad es esta: Ya no soy parte de tu vida.
¿Por qué? ¿Qué sucedió? ¿Por qué nuestra amistad no fue capaz de enfrentar aquello que terminó separándonos? Son respuestas que yo no tengo, y que quizá tú tienes, pero hoy es inútil pedirlas, ya es demasiado tarde. El consuelo y la certeza que se queda conmigo es saber que fuiste un buen amigo, mi mejor amigo, te sigo queriendo, eso nunca cambiará, no puedo odiarte, compartimos varios años juntos llenos de momentos únicos, tenemos una biografía juntos. Mi conciencia está tranquila, sé que fui un buen amigo, siempre quise y querré tu bien, desearte el mal sería desearme el mal a mí también, y eso es algo que desde luego no haré.
Si alguna vez hice o dije algo que te ofendiera por favor perdóname, no me debes nada, quizá lo único que te podría reclamar es el haberme dejado, una decisión tuya que ya no lucho por comprender y que he aceptado con todo lo que implica: Ya no saber nada de ti. Hoy tengo nuevos amigos, amigos que han llenado mi corazón de gratos momentos que hoy se han convertido en memorias, memorias que no cambiaría por nada en el mundo.
Hoy sé que uno de los dolores más fuertes después de la muerte de un ser querido es el saber que ya no soy parte de la vida de alguien que amo, un dolor fuerte, que nunca pensé que viviría, sin embargo, me alcanzó. Tu ausencia sigue siendo difícil en ocasiones, pero he aprendido a vivir con ella. En mi corazón siempre estarás, eres la prueba genuina de que los mejores amigos si existen.
*José Eduardo Cruz Carbajal (Iguala, Guerrero) es psicólogo y maestro en tanatología. Contacto: psiceduardo15@gmail.com