Por: Isidro Bautista Soriano

Más que buscar si se viola el debido proceso o señalar que pudiera tratarse de un distractor ante los problemas de inseguridad, inflación, desempleo, etcétera, la detención del ex procurador Murillo Karam debe verse como un estatequieto para tanto corrupto.

Este caso Ayotzinapa, con todo y las protestas tildadas por muchos como actos vandálicos de los normalistas, ha representado un freno a los excesos del poder, y así tiene que concebirse el encarcelamiento de este político hecho fiscal.

Como dice la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, la corrupción viene a ser como la madre de todos los males del país, y aunque nunca podrá acabarse, porque viene arrastrándose desde siglos y siglos en el mundo, sí se puede combatir.

Sin duda, el presidente López Obrador aumentó la calificación de su gobierno con la captura del ex titular de la PGR.

El hecho de que si se cumplió o se violó el debido proceso desde el momento mismo en que se le detuvo, porque no se le haya leído alguna orden de aprehensión o la relación de sus derechos constitucionales, como se vio desde el principio en las redes sociales, no ensombrece para nada el golpe.

La gente no se detuvo en mirar las formas jurídicas, sino en que se le echó el guante a alguien al que relaciona con corrupción, sea o no sea el caso jurídicamente.

Tampoco se ha puesto a analizar por qué todavía no son ejecutadas las órdenes de aprehensión de las que han informado no sólo el subsecretario de Derechos Humanos Alejandro Encinas y el actual fiscal general Gertz Manero, sino también el presidente AMLO, después de cuatro días de que fue detenido.

No se ha fijado en lo que prácticamente es una exoneración hecha a favor del presidente Peña Nieto ni del general Salvador Cienfuegos, a pesar de que este último era cabeza del Ejército mexicano cuando ocurrió la masacre de los normalistas, como lo era Murillo de la entonces PGR.

Con este miércoles 24 serán cinco días transcurridos sin que nadie más haya sido aprehendido, a pesar de los nombres que han sonado como destinatarios, pero la sociedad está centrada en Murillo como el blanco de su mirada, hastiada de tanta de corrupción, sobre todo venida del PRI, PAN y PRD.

Tiene bien vendida la idea de que Morena, por los dichos y hechos de López Obrador, es el antídoto de la corrupción, y lo demuestra con el voto en cada elección.

Ojalá no pase como aquella acción realizada por el mismísimo Salinas de Gortari con la captura de Joaquín Hernández Galicia La Quina, el líder más grande de los sindicatos de México, el de los petroleros. Nadie lo podía creer.

Se recurrió hasta al Ejército para ponerlo en la sombra. Pero después, otra vez el pulpo de la corrupción a los ojos de todos, comenzando por ese ahora ex presidente, al que no se le quiere ver ni en pintura.

La población sólo voltea a observar a Morena por su máxima de la anticorrupción de entre el catálogo de todos los partidos.

La ciudadanía no tiene ojos ni oídos ante las hipótesis manejadas desde un principio; no se pone a pensar en qué es la verdad histórica, o en que si se trató de un crimen de Estado, por qué entonces no caen también Peña y Cienfuegos.

Lo que quiere es ver presos. Quiere ver cárcel como en el boxeo o en la lucha libre, que gritan: queremos ver sangre.

Es tanto el hartazgo por la corrupción que lo que quiere el pueblo es no buscar quién la hizo sino quién la pague. Por eso sigue con su aplauso ante el encarcelamiento del priísta metido a procurador. Lo de la excarcelación de Rosario Robles, ex titular de Sedesol, pasó a segundo término, porque quiere mirar a los que entran tras las rejas, no a los que salen.

Menos repara en que si habrá delito entre los de desaparición forzada, tortura y contra la administración de justicia que no se le pueda acreditar al autor de la verdad histórica por ser de reciente tipificación, sino que está a la espera del que sigua en la rejilla.

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