Carlos Martínez Loza
Iguala, Guerrero, Octubre 4.- Octubrecer, octubrecino, octubriano octubreció, octubrecido. Singulares palabras que no figuran en los académicos diccionarios pero sí en mi resbalosa memoria siempre dulcemente adolorida por el otoño. Esa hermandad de palabras me son útiles para mentar la cotidianidad del mes octavo según el orden del calendario romano.
Por ejemplo, a la espalda del cerro o la parroquia, la luna se instala como bandera plateada sobre el mástil de las constelaciones Andrómeda, Pegaso y Perseo. “Se octubrecieron los astros y el cielo”, me digo para mí, mientras la luz se cuela por las ventanas, el pan y el trasiego de miles de ojos que guían los pasos de sus portadores.
Un árbol oscuro de verde puede ser el pórtico a un recuerdo infinito: se octubrece tanto el alma inmaterial de los pensamientos que la ciencia positiva enmucede con impotencia para describir en sus silogismos el más humilde canto de un grillo o el suave olor de las mandarinas que son la primicia generosa de la naturaleza para todos los que esperan en su nombre. En la provincia mexicana se acentúa más este fenómeno, el barro fundamental y el maíz que emula a sus ascendientes en los antiguos tianguis de Tacuba o Tlatelolco antes de Cortés, son la sal que saborea y adorna la geografía y el tiempo de los relojes. “Octubreció el pueblo”, bien puede decir una abuela en la alta montaña o en el valle versificador de lluvias e insomnios.
El Sol es otro tópico. Su luz se disipa como ceniza gris anunciándonos que se está cansando de su quemante dermis. Sin su luz, tendremos que vestirnos con la ropa de elegancia bostoniana y de colores marrones, para mimetizarnos y condolernos con las hojas sueltas en el campo cuyo epitafio silencioso es: “Octubrecer es mi fin”.
También la música se octubrece. Hoy es ayer y ayer es hoy, todo es un espejo que nos devuelve el sentimiento de edades siderales: ya en una nota, ya en un ritmo, ya en una armonía, ya en una melodía o definitivamente en una fisura del silencio. Octubrece la música porque también octubrece el sentimiento.
¿A qué otros rumores predicaremos octubre?
Ramón López Velarde lo respondió mejor: la quietud lirica de octubre sirve para engarzar recuerdos, recuerdos para ayer y para mañana.