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Estados Unidos. Venganza política, planes de usar a las fuerzas armadas para suprimir protestas y disidencia, calificar de «enemigos del pueblo» a los opositores, y por supuesto, una política antimigrante desatada y hasta intervenciones militares en México son sólo algunas de las amenazas que promueven Donald Trump y sus aliados al arrancar el año electoral.
Un posible retorno del magnate a la Casa Blanca promete un ataque frontal contra enemigos políticos dentro y fuera del gobierno, incluidos varios que son calificados de colaboradores en los juicios y otros ataques contra el ex presidente. «Nos comprometemos con ustedes a que sacaremos a los comunistas, marxistas, fascistas y hampones de la izquierda radical que viven como alimañas en los confines de nuestro país y que mienten, roban y hacen trampa en elecciones», declaró en un discurso el viernes pasado. «Nuestra amenaza proviene desde dentro», afirmó.
Algunos historiadores comentaron que ese tipo de retórica, incluido el uso del término «alimañas», fue empleada por Hitler y Mussolini. Y hablando de Hitler, otros recuerdan que el dictador nazi primero fue electo a su puesto antes de instalar su régimen fascista. También provoca alarma un posible autoritarismo estadunidense que se asoma en varias de las declaraciones de Trump, incluido su repetido mensaje de que la próxima elección es «la batalla final» para el país, y que «yo soy la retribución», el vengador del pueblo.
La democracia en jaque
Desde políticos como la ex canciller y candidata presidencial derrotada Hillary Clinton, estrategas políticos y expertos académicos están cada vez más alarmados, sobre todo porque encuestas recientes indican que Trump está empatado o va ganando al presidente Joe Biden, hay un coro que advierte que una segunda presidencia de Trump no sólo sería el triunfo de una derecha peligrosa, sino que podría poner en jaque a la democracia estadunidense.
Trump y sus aliados ya están haciendo planes que desean implementar al regresar a la Casa Blanca, como usar al Departamento de Justicia para vengarse de sus opositores y críticos, así como de sus ex funcionarios que han colaborado en los casos en su contra. A la vez, está contemplando invocar una ley en su primer día en el cargo, que le permitirá desplegar a las fuerzas militares para suprimir posibles manifestaciones y protestas, reportó el Washington Post.
Más aún, Trump y sus asesores ya están diseñando planes para depurar al gobierno a través de despidos masivos –decenas de miles– del servicio civil para destruir lo que llaman «el Estado profundo». Los planes en elaboración por los asesores de Trump se enfocarán en los «burócratas corruptos» que ayudaron a emplear el sistema de justicia en su contra, como «actores corruptos dentro de nuestro aparato de seguridad nacional e inteligencia» a los que siempre ha odiado porque se atrevieron a investigarlo.
También desea nuevas medidas para castigar a todos aquellos que filtran información a los medios, reportó la agencia Ap.
Igualmente, Trump está amenazando con redadas y deportaciones masivas de indocumentados e imponer otra prohibición a viajes de ciudadanos de varios países musulmanes. Buscará imponer nuevos aranceles, con la etiqueta de su apellido, contra cualquier país. También buscará erradicar el Departamento de Educación, facilitar el despido de maestros, imponer una «formación patriótica» que «enseñe a estudiantes a amar a su país, y no a odiarlo como lo hacen ahora», castigar a cualquier escuela que imponga medidas obligatorias para usar cubrebocas o vacunas, permitir que los maestros estén armados y promover la oración religiosa.
Todo esto, acompañado de retórica religiosa que proviene de movimientos de «cristianos nacionalistas», entre los cuales participan supremacistas blancos y otros que nutren un racismo apenas disfrazado que siempre ha acompañado a Trump. Su aliado, el diputado Mike Johnson –cristiano fundamentalista, feroz opositor al aborto y antimigrante–, ya representa el poder de esta facción como el recién electo presidente de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, el segundo en la línea de sucesión de la presidencia.