-Iguala, orgullosamente epicentro de la Historia de México
Por: Rafael Domínguez Rueda
He escuchado decir a mucha gente, inclusive a intelectuales, que los humanos por naturaleza somos pesimistas. Por naturaleza no puede ser, pues la naturaleza es optimista por naturaleza: es la vida y la vida siempre acaba por triunfar. Pero, por angas o mangas estamos rodeados por personas conformistas, apáticas o pesimistas. A lo mejor nada más por joder, si se me permite esa ática expresión que mencioné hace quince días y que ahora vuelvo a retomar.
La frase sigue vigente hasta el día de hoy, ¿en qué momento se jodió Iguala? Aunque, en mi modesta opinión, Iguala nunca se ha jodido, los que nos jodimos fuimos nosotros. Iguala nunca se joderá, porque Iguala es más grande que todos los que vivimos aquí. Y seguirá resurgiendo pese a los que estamos de tránsito y sólo nos hemos aprovechado de su grandeza para robar, transar y enriquecernos.
Ya lo he comentado en otras ocasiones: Iguala está predestinada a ser un epicentro de la Historia de México, desde el siglo XVI. Iguala fue la última población tomada por los conquistadores antes de sitiar Tenochtitlán para evitar el apoyo militar que los yohualenses pudieran proporcionar a los mexicas.
Tres siglos después, al proclamarse el Plan de Independencia de México el 2 de marzo de 1821, ese Grito de Iguala rompió las cadenas que nos ataban a España y nació México como país independiente, quedó constituido el primer Ejército mexicano y surgió la Bandera Nacional.
Al crearse el estado de Guerrero en 1849, Iguala fue designada su primera capital y por lo tanto aquí nacieron los Tres Poderes del Estado.
El 3 de enero de 1961, al decretar el Senado de la República, la desaparición de Poderes en Guerrero, los funcionarios huyeron y se establecieron en varias ciudades del Estado. A raíz de eso acá en Iguala surgió el periodismo y junto con él, el chantaje.
Por esa época se despierta la ambición por la venta de oro y entre los nuevos productores no faltaron los timadores que engañaban con la calidad del metal. Esto provocó que los compradores extranjeros dejaran de venir.
El año de 1961 es un año crucial para la vida de Iguala. Después de unas elecciones conflictivas, el 1 de febrero de 1961 toma posesión como presidente municipal de Iguala Israel H. Salmerón de la Asociación Cívica. Éste con prepotencia, al llegar al Ayuntamiento corre a todo el personal, manda tirar al río el archivo, impone su policía y autoriza las primeras colonias, dando paso al abuso gubernamental.
De 1963 a 1981 es el período en que Iguala ha alcanzado el mayor bienestar social: el 70%. De ese año a la fecha, 2024, se ha reducido al 26%. Sin querer queriendo vemos con tristeza que quienes nos han gobernado los últimos 45 años han contribuido al deterioro de Iguala.
Luego, en 1993, con la inauguración de carrera de la pesimamente construida autopista del Sol, nos cambió la vida a los igualtecos. Se vino abajo la venta en gasolineras, fondas, restaurantes, changarros y hasta la venta de oro.
En 1996, la autoridad municipal extendió licencias de venta de oro al por mayor, provocando que las ventas se vinieran abajo en un 50% y años después tuvieran que cerrar el 50% de negocios.
Desde septiembre de 2014, la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa, nos dejó un estigma imborrable, pero no sólo a Iguala, porque destapó la cloaca a nivel nacional, en uno de los peores sainetes que hasta la fecha sigue exhibiéndose.
Los presidentes municipales se quejan de que no hay dinero, porque ellos y los Tesoreros desconocen la forma de aumentar el techo financiero. Los comerciantes se lamentan de que las ventas han bajado hasta un 70%. Las amas de casa sufren porque no les pueden vender ni 5 pesos de cilantro. Trabajadores tienen que ayunar, porque no les alcanza con lo que les pagan.
¿Qué le pasa a Iguala? ¿No hay circulante? En un informe del CNS, se consigna: “El mercado de amapola en Iguala, el año antepasado, tuvo un costo de 7 mil millones de dólares”. Esta es la cifra que alcanzó una empresa como Disney. Y a Iguala de esa cantidad ¿le tocará un peso?
A principio de año, un funcionario de la SEG me decía: “yo vine a Iguala hace unos 50 años y era otra: alegre, trabajadora, atractiva y con mucho movimiento; ahora la encuentro sucia, descuidada, más calurosa y nada atractiva. ¿Qué pasó?
Si bien es cierto que las autoridades de los tres niveles de gobierno tienen mucha culpa del rezago, los ciudadanos no podemos deslindarnos de los hábitos que nos hacen muy parecidos a quienes culpamos y criticamos. Nos creemos vivos, por eso compramos facturas apócrifas, obtenemos un puesto no por el perfil, sino porque lo compramos, buscamos un padrino para no hacer fila, nos pasamos la luz roja, porque nos sentimos gandallas, no tenemos empacho en estacionarnos en el lugar para discapacitados, robamos la señal del cable, de la energía eléctrica o del agua y no nos consideramos ladrones, le deslizamos un billete al agente para que no nos levante una infracción, tiramos la basura en la calle como si la ciudad no fuera nuestra.
Si no cambiamos esos y muchos más hábitos seguiremos jodiendo a Iguala. Lamento ver como Iguala con tanta pujanza, con tanta gente trabajadora, con tantas riquezas naturales y con tanta historia tenga que seguir viviendo en el subdesarrollo. Hay muchos hijos que detentan el poder, desafortunadamente no hacen nada por ella, porque no quieren, porque ¡sí se puede!
Ojalá mi amigo Florencio Benítez hablara sobre este tema, él tiene mejor forma de expresarse, mayor capacidad de convencimiento. La verdad sea dicha, mis palabras se las lleva el viento, mi voz se pierde ante la indiferencia del pueblo y pareciera que sólo predico en el desierto.
Iguala, como quisiera componerte loas, como lo hizo Isaac Palacios; como deseo compoerte canciones, igual que Juan Ocampo Uribe; como me gustaría curarte, como lo logró Guillermo Soberón. Porque pareciera que nadie te mira, nadie te quiere y es que Iguala sigue siendo la ciudad de la violencia, la de los narcos, la ciudad de los nexos y los vínculos, la de los 43 normalistas desaparecidos, la ciudad que se nos ha vuelto llaga. Es Iguala una dolorosísima referencia que dio la vuelta al mundo. Iguala es el equivalente a la desigualdad que no sólo es social y económica, sino, sobre todo de justicia. La ciudad que dejó de verse para leerse, para formar parte de un presente que nos duele a unos cuántos, porque no hay amor y donde no hay amor no hay vida. Iguala es igual a ese momento que jamás debió ocurrir. Iguala es ese lugar en nuestro país que como epicentro de su historia, significa todas las deudas, todos los huecos, todos los lamentos. Y por eso mismo, una deuda que no sólo los gobiernos, sino también la sociedad entera, tenemos que empezar a saldar.