-Perverso por naturaleza
Por: Rafael Domínguez Rueda
Sorpresivamente recibí de la SEP una carta en la que, en lo substancial, me dicen: “… en relación con sus dos columnas publicadas en el Diario 21, los días 9 y 16 de este mes, adjuntamos Comunicado por medio del cual se pronuncia un centenar de académicos e investigadores de escuelas formadoras de docentes, a favor de la Nueva Escuela Mexicana y Libros de Texto, con el fin de que usted, como periodista, conozca la nobleza de los libros y norme su criterio…”
El tal pronunciamiento, fechado el 17 de agosto, empieza diciendo que, “En toda sociedad son necesarios los debates sobre los temas educativos…”; sin embargo, todo el comunicado sólo habla a favor de los textos.
Tal parece que muchos no saben qué es debatir. Un debate es una técnica de comunicación que consiste en la confrontación de ideas u opiniones diferentes sobre un tema determinado. Sirve para intercambiar ideas y puntos de vista, pero con argumentación sólida para llegar a una conclusión. Sin embargo, ahora los debates, más bien, sirven para descalificar al de enfrente.
Después de leer esos papeles que recibí, me queda claro que el gobierno de AMLO tiene toda la intención de imponer sus libros de texto para tratar de justificar lo injustificable.
Cuatro años de mi vida fui maestro. Y lo fui, porque esa era mi vocación. Oficialmente cubría las 48 horas como profesor de Geografía, en secundarias. Extraoficialmente daba clases, por la tarde, en una Academia y los fines de semana, impartía clases a maestros en el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio.
¡Cuántas cosas aprendí de mis alumnos en esos 4 años! Aprendí, por ejemplo, que la educación no consiste en trasmitir datos, sino en sembrar conocimientos, en infundir entusiasmos. Aprendí también que el buen educador debe querer a sus alumnos, debe convivir con sus educandos, debe interesarse por la vida de sus discípulos, pues la tarea de enseñar es, sobre todo, una tarea de amor: amor por el estudio, amor por los libros, amor por el entorno, amor por la Patria.
¿Qué es educar? Educar no es sólo formar estudiantes para que tengan conocimientos, sino también para que adquieran aptitudes, es decir, hacer al individuo sensible a su propia realidad y a la realidad social. Este es el único camino para que de los pensamientos, de las palabras, de las inclinaciones y la comprensión, surja el sentido de trascendencia. Precisamente, porque ahora se le da otro sentido a la educación, tantísimos viven en el conformismo, en la mediocridad.
Y me dirán, ¿A qué viene todo esto? A la preocupación que no sólo yo, sino muchos ciudadanos ilustres también estamos viviendo. Y es que, AMLO, ciertamente resultó un peligro para México. Acabó con el apoyo a mujeres, con los refugios, con las escuelas de tiempo completo, con las estancias infantiles, más de 20 programas, incluido el Seguro Popular, alrededor de 15 millones de mexicanos perdieron protección. Los fondos para desastres desaparecieron, para tener más dinero para los programas que acarrean votos.
Pero, por sobre todo, me preocupa la calidad de la educación de los mexicanos. Hace unos meses, los alumnos de las universidades creadas por López Obrador bajo el nombre de don Benito Juárez se pusieron en huelga, pues no se les dota de los elementos necesarios para su buena formación. ¿Puede llamarse Facultad donde los alumnos tienen dos maestros, en vez de seis que deberían tener? Y eso sucede en una Escuela de Medicina.
A ello se viene a sumar el escándalo provocado por los nuevos libros de texto oficiales pésimamente elaborados y que sólo pueden ser consecuencia de un trabajo gubernamental perverso. Sí, porque perverso es aquella persona que obra con mucha maldad y lo hace conscientemente o disfruta de ello. Los perversos son manipuladores, mentirosos y egocéntricos
Y así de manera perversa, cuando le preguntaron al presidente sobre los jóvenes que asesinaron en Lagos de Moreno, en vez de contestar contó un chiste; burlándose así del dolor, de la desgracia de los familiares de los cinco desaparecidos. Y al otro día, en lugar de disculparse por no hablar de los jóvenes, en vez de dar el pésame a los familiares, se presentó asimismo como víctima.
Ese es el mismo perverso que se ha negado a recibir a las madres buscadoras, a no escuchar a las mujeres, el que ha minimizado la matanza de la familia LeBaron, el que ha negado que haya masacres en su gobierno y que se ha reído de un encabezado periodístico que presentaba un recuento de ellos.
Soy de la idea que los libros de texto constituyen la base fundamental para la preparación pedagógica y el desarrollo cognoscitivo de millares de niños mexicanos. De ahí mi preocupación y, sobre todo, el malestar de miles de padres de familia, de miles de maestros, organizaciones educativas y expertos, en el sentido de que su elaboración se hiciera en lo oscurito, con personas afines a la 4t y sin seguir los debidos procedimientos; pero, lo peor, se diera un manejo sesgado a los contenidos, para que de manera perversa, abusiva y ventajosa, mentir, engañar y faltar a la verdad, con el fin de imponer a su conveniencia episodios, narrativas, historias y doctrinas que intentan apuntalar a la 4T.
Ahora, con eso, la 4T se desnuda en búsqueda del “hombre nuevo”, la “nueva escuela mexicana” que no necesita de las matemáticas, ni de la ortografía, ni que los astros estén alineados o las notas del Himno nacional desentonen, sólo busca manipular, adoctrinar y manejar la historia, con versiones fuertes, agresivas y ajenas a la realidad, pues intenta permear a través de los libros su imagen y el legado que presume es sólo una utopía.
¿Qué hacer? Quemarlos, no; es símbolo de barbarie cultural. Romperlos, tampoco. Conservarlos en la casa y en la escuela para recordar esta perversión. El único camino a seguir es factible para los que tienen criterio y está en manos de los maestros: recuperar los programas de estudio anteriores, pues los libros va ser difícil, y usarlos como un acto de responsabilidad pedagógica.