Iguala, motocicletera – Don Chimino
Pir: J. David Flores Botello
IGUALA, MOTOCICLETERA.- En los últimos 4 años, el número de personas que utilizan motocicletas como medio de transporte ha aumentado mucho, es uno de los más populares, en parte qué bueno por todos los beneficios que trae para el usuario: independencia para trasladarse sin uso del transporte público, rapidez de traslado, más cómodo que conducir una bicicleta y auxilio para el trabajo. No representa un medio de transporte seguro, la (s) persona (s) que viajan así, son muy vulnerables ante cualquier accidente, sobre todo si no se lleva puesto correctamente abrochado un casco de seguridad. Los reglamentos viales exigen que quienes conducen y los pasajeros lo deben portar adecuadamente. Su uso permite la reducción de lesiones graves y fallecimientos. En un accidente, la estructura del casco absorbe gran parte de la energía de un golpe con lo que se evita que el cerebro golpee con mayor fuerza contra las paredes del cráneo. Muchos carecen de suficiente cultura vial, rebasan por la derecha, no respetan los altos, zigzaguean en las calles, se suben a las banquetas, atraviesan las esquinas sin la menor precaución y muchos, sí, muchos las utilizan como medio de transporte de familias completas: tres, cuatro y hasta cinco personas a bordo (bebés en brazos) y, casi siempre, ninguno lleva casco de seguridad, el cual debe ser de la talla del usuario. En más del 20% de accidentes en moto, el casco sale despedido por una mala decisión de la talla o ajuste incorrecto. El uso de un casco certificado (algunos están fabricados de materiales poco resistentes) reduce 40% el peligro de morir en un accidente y previene hasta 20% la posibilidad de sufrir una lesión severa que ponga en peligro la vida. Un casco evita un golpe directo del cráneo contra el pavimento, la parte frontal del casco protege la piel de la cara en caso de ser arrastrado por el impacto. También protege a la cabeza de golpes por objetos en la vía pública como piedras y cristales, evita que entren insectos, polvo o basura a los ojos. La mayor cantidad de muertes de motociclistas se debe a lesiones cerebrales como consecuencia del impacto. El riesgo de morir en un accidente con motocicleta aumenta hasta tres veces por no llevar casco. El 67% de las lesiones por accidentes en moto ocurren en cabeza y cuello. Urge implementar campañas de enseñanza de cultura vial, entender que, si se compra una motocicleta debe ir acompañada dicha compra, de uno o dos cascos de seguridad acordes con la talla de quienes los usarán. El casco, por regla de tránsito, es obligatorio y los motociclistas deben entender que es por su bien portarlo, aunque les incomode su uso. Debe implementarse una base de datos de motociclistas tomando en cuenta su licencia, de esa manera, quien no porte casco al conducir, debe ser apercibido hasta en dos ocasiones antes de multarlo y retenerle la moto en una tercera ocasión. La reincidencia deberá ser motivo para retirarle la licencia. Esta acción debe ser llevada a cabo sin corrupción porque, puede propiciar la extorción como suele suceder todavía.
DON CHIMINO. – Pinchi Beto, el muy cabrón (con perdón de Usté) se hizo guaje que no me miró cuando lo jui siguiendo y lo caché entregándole algo en sus manos a una mujer a escondidas de nosotros. Era Georgina, hermana de Pedro y que le dicen Coquis, ambos dos, de acuerdo con Beto, preparaban todo pa´ su fiesta sospresa de Norma, su esposa dél. Ni tantito pasó por mi sesera que me ahiga visto, pero sí, quien me cachó jue él; y no me dijo nada, quesque pa´que yo no le hiciera preguntas y siguiera siendo sospresa. Qué gacho que no me dijo, ni la razón por la que se vio con ella ni tampoco que me miró que lo seguí. Por eso, ora sí tuve cuidado que no me viera. Escondiéndome lo más que pude, jui tras él cuando agarró camino pa´ verse con Juanita cercas de onde tábamos, ´bían quedado de verse pa que ella le entregara un reporte de un estudio que le hicieron tocante a su próstata. Yo no soy fisgón, ni me gusta el argüende, pero, dende hacía medio siglo que salimos de la secundaria que no la miraba a Juanita. Yo y mis compañeros, nos echábamos nuestros buenos caldos cuando, sentada con sus falditas mini y piernas abiertas, nos dejaba ver hasta la imaginación. A ver, ¿quién en su sano juicio de hombre no tendría curiosidá de volver a verla?. Mi Puchunga me regaña quesque porque yo, cuando veo carnitas de más en la cintura de una mujer, digo que tiene cinturita de gallina. Ella dice que no, que la cintura de gallina es muy grande y derronda, que soy etsagerado, asina que, haciéndole caso a mi vieja, les detallo cómo vi a Juanita: pechugona, pompuda y llenita de la cintura. Llevaba el vestido rojo que yo oyí que le dijo a Beto que llevaría puesto. Era escotado, mangas al codo, entallado, arriba de la dorrilla, nada parecido a los de la secundaria. Sus lentes escuros no me dejaron ver sus ojos claros. Las zapatillas blancas de tacón hacían que se mirara más alta y elegante. Al reparar que se taban despidiendo, me eché a correr de regreso a la banca a onde ´bíamos estado. Me jui por juera del pasillo, por el lado del jardín, en veces agachado y otras, arrastrándome aprisa sobre el pasto, como iguana perseguida por un perro. Cuando llegué a la banca de bambús me acosté boca arriba, dando la espalda a por donde llegaría Beto, me hice guaje que taba haciendo ejercicio: sentarme, tocar mis pies, volver a acostarme y asina, hasta que llegó Beto que me encontró sudoroso y jadeante. Le dije que taba haciendo ejercicio en lo que regresaban él y Pedro pa´ que se me bajara el desayuno y echarme un taco más en el restaurán. Me paré y me puse a caminar de un lado p´al otro, chorreaba de sudor, sentía que mi corazón se me chispaba del pecho, no sé si de la corrida, de la arrastrada o del nervio que me dio de que me cachara de nuez. Beto llegó y se sentó en la banca sobre la que colocó una carpeta y un envoltorio que llevaba, puso sus manos con los dedos entrecruzados en su nuca, codos arriba, alevantó la cabeza y se quedó como lelo, mirando como pa dentro de sí mismo. Poco a poco se me jue pasando la agitación y me jui a sentar con él, mero en ese momento llegó Pedro con su copa, se sentó con nosotros y, lo primerito que le dijo jue:
–“¡Qué rápido fuiste Beto! Pensé que tardarías más, ¿qué dice el reporte?”
–Beto, cruzó una pierna, puso su codo sobre ella, su puño en la barbilla y se quedó cavilando otra vez, como ido. Se hizo un silencio pesado en medio de los múltiples cantos de pájaros y de la algarabía de las gentes que se encontraban en el enorme restaurán a poco más de una cuadra de distancia de onde tábamos. Yo y Pedro, nos quedamos como astuatas, él parado, yo sentado, cruzamos una mirada como de que el reporte no le había sido favorable. Pasaron como dos larguísimos minutos, Beto, tomó la carpeta, la abrió, señalando con su dedo nos enseñó donde, con letras y números grandes y rojos decía: G8T4. Cerró la carpeta, la volvió a poner sobre la banca y nos dijo:
–“Al saludar a Juanita, a pesar de los lentes obscuros que llevaba, me percaté que había llorado, incluso, casi no pudo articular palabras cuando me entregó el reporte. En la mañana, cuando me dijo que pediría otra opinión más experimentada antes de entregarme el reporte, sospeché que algo había salido mal y le llamé a Juan Salvador, un amigo de Monterrey con el que viajé a Laredo, a veces en mi auto y otras en el suyo. Yo iba a ver a Norma y él iba someterse a tratamientos a un hospital especializado en cáncer. Me contó que, igual que muchos de nosotros, cuidó de salir a la calle lo menos posible. Acostumbraba hacerse un chequeo anual, pero, por temor a contagiarse no fue a consulta ni se hizo análisis durante más de 2 años. Por persistencia de una tos durante más de 15 días, le hicieron una tomografía de sus pulmones, le encontraron una lesión que, después de varios estudios más, le dijeron que era una metástasis y que el tumor de origen estaba en la próstata. A sus 55 años ya se había divorciado 3 veces y andaba con una morra de 27. Los médicos le dijeron que necesitaría, radio y quimioterapia, cirugía, tratamiento con hormonas femeninas, le quitarían toda la próstata y varios ganglios invadidos de cáncer y que aún así, no le daban esperanzas ni de 5 años. Me dijo que no le daba miedo la muerte, que su preocupación era que ya no podría cumplirle a plenitud a su nueva conquista así que, buscó información y encontró que en un hospital de cancerología de Laredo, Texas, estaban llevando a cabo un ensayo experimental con terapia genética, inmunológica, microchips y células madre. Y que, literal, en seis meses de tratamiento le ha ido a toda madre. Me va a mandar toda la información y, sin decirle nada a Norma para no preocuparla, iré las veces que sean necesarias a Laredo porque yo tampoco estoy dispuesto a renunciar a perder mi virilidad. Les pido de favor, por lo que más quieran, no le digan nada a nadie, ¿Lo prometen? En especial tú, Chimino, haz de cuenta que no oíste ni sabes nada, ¿ok?.
¿Qué me quiso decir el muy móndrigo? ¿Qué soy chismoso? ¡Aráchole! ¿Ya ni l´hace! Pero bueno, or sí me rete colgué, asina que, áhi nos pa l´otra, graciotas.