Por: Edelmiro Castro Sedano

A Lucas Martínez Miranda a un año de su partida.

Sin duda alguna los tramposos, los tracaleros, los marrulleros todo el tiempo buscan la manera de violar leyes, acuerdos, reglamentos, etc. Y salirse con la suya. El caso es el del Morena que sabiendo que la Constitución establece que las campañas políticas del proceso electoral para el año 2024, en que se elegirá al presidente de la república, unos gobernadores, presidencias municipales y regidores, dará inicio en la última semana de noviembre de 2023 y el cacique mayor dio la voz de arranque a sus “corcholatas” para que den inicio al proceso electoral con miras al 2024 disfrazándolas con el nombre de Coordinador de Comités de Defensa de la Cuarta Transformación, violando con ello los preceptos legales y así aventajar con seis meses de propaganda disfrazada a los partidos de oposición que se ciñen a la ley.

Adelantó el proceso sucesorio seguramente por temor a que dentro de su propio partido se desbocaran los adelantados, los ambiciosos y se le hiciera bolas el engrudo, en el mejor de los casos o que, dado su precario estado de salud, no alcance a nominar a su sucesor o sucesora porque las corcholatas ya se encarreraron en la disimulada selección de los defensores de la cuarta Transformación. Ejemplo: don corcholato Ebrard desbarró estrepitosamente al ofrecer crearle una Secretaría (de la Cuarta Transformación) al hijo de AMLO quien le dio las gracias, pero no aceptaba porque no “se mete en política”. Ándele, por adelantado y lambiscón.

El tiempo no se detiene y avanza sin cesar. Por los resultados obtenidos en relación con sus ocurrencias no hay duda de que el Tren Maya no estará listo ni a tiempo, tampoco la refinería Dos Bocas, ni el tren Interoceánico. Se le está terminando el tiempo, mucho menos habrá resuelto el tema de la violencia en el país; tampoco podrá darle al pueblo mexicano un Sistema de Salud como el de Dinamarca (¿Sabrá dónde queda ese país?) las confrontaciones con Estados Unidos no las va a mejorar. Ya no le queda tiempo, se le fue y desperdició denostando, injuriando a políticos, periodistas, y a todo aquello no que piense igual que él.

Debe ser triste, no es fácil para una persona que se pasó más de veinte años buscando la presidencia como matraquero tan enfermo de poder, llegar al final con un pueblo dividido, herido en su esperanza y más pobres que cuando llegó al poder y supo mantenerse comprando simpatías con dinero del Erario Nacional. Dinero que es de todos los mexicanos que contribuimos con nuestro esfuerzo.

La mala: dejará un país con más muertos en su sexenio. La buena: falta poco para que se vaya.

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