Por: Antonio León

Hoy vivimos en la sociedad de la información vertiginosa, y simplemente no tenemos tiempo para responder de manera racional, porque la coerción de acelerar de forma continua la información, nos priva de la acción pensante reflexiva y, bajo la presión del tiempo atomizado abandonamos los procesos mentales de calidad, y recurrimos al pensamiento inmediato e irreflexivo, que tiene una temporalidad diferente a la racionalidad, ya que se orienta a reacciones inmediatas y soluciones irreflexivas a corto plazo.

Las redes sociales, principalmente los espacios de los influencers, tiktokers y couchings, fomentan la acción orientada hacia el éxito inmediato y con menor esfuerzo, la comunicación emotiva es más rápida que la racional, ya que en la comunicación emotiva no prevalecen los argumentos racionales, sino la información con mayor potencial de excitación, es en este contexto donde hacen su aparición estelar las noticias falsas, que consiguen mayor atención que las reales, por eso una noticia falsa o verdadera pero descontextualizada socialmente, puede ser más efectiva que una expresión bien argumentada.

Hoy es más efectivo que la prensa escrita, un algoritmo oportunamente orientado hacia el morbo del público, la reflexión se somete al impacto mediático de la información intrascendente pero rápida y breve. El teléfono celular es un dispositivo que alimentamos con nuestros datos día tras día, hora tras hora, y puede utilizarse para calcular con precisión la personalidad del usuario. Nuestros espacios electrónicos poseen nuestra información personalizada, y el poder la utiliza para ejercer su dominio psicológico abrumador. Los ciudadanos no son informados de los programas políticos de los partidos, sino que los bombardean con publicidad adaptada a su perfil electrónico, también lo hacen con noticias falsas. Esto es una amenaza para la democracia, porque cada sector de la sociedad recibe un mensaje diferente, apropiado a su nivel económico y cultural para hacerlo reaccionar a favor del mensaje que aumenta la fragmentación de la gente. Los ciudadanos dejan de estar civilizados por cuestiones de relevancia social, para pasar sólo a la información superflua e individual. Los ciudadanos están incapacitados para reflexionar al haber quedado reducidos a una especie de autómatas. Las noticias falsas y veloces dividen y polarizan a la sociedad y enrarecen el ambiente político, además, dado que los que tienen el poder son invisibles para el público, y van socavando los principios básicos de la democracia.

Antes de la aparición de las redes sociales, en el campo de los medios de información no existía una estructura para la producción y difusión de noticias que duren segundos y pasen a gran velocidad, la televisión podía ser un espectáculo de apariencias, pero no era una fábrica de información como lo es hoy el internet. En la era cibernética las campañas electorales degeneran en una guerra de información superflua, los ciudadanos pensantes son substituidos por seguidores incondicionales que sólo tienen que darle like cuantas veces se lo demanden con la mayor rapidez posible. En las campañas actuales ya no prevalecen los argumentos políticos, sino los algoritmos de mayor impacto detectados en las redes sociales.

Hasta el martes próximo estimado lector.

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