Visiones de la Muerte

Por: José Rodríguez Salgado

A mis amigos y familiares que ya han partido a otra dimensión (RIP).

El culto a los muertos es antiquísimo, existen abundantes testimonios de las civilizaciones más antiguas que destinaban varias fechas para recordarlos con actitud devota. En el libro Sagrado Los Vedas, (región del Indostán) existen amplias referencias necrológicas. El himno Kata Upanshad, explicita la lección de la muerte y el ceremonial para agradar a Dios sacrificando en su obsequio todos los animales que constituían su hacienda. –“Una cosa es lo justo y otra cosa es lo agradable. Los dos caminos existen para el hombre y el insensato toma el camino de lo agradable, pero tú Nachiketas has escogido sabiamente el camino de lo justo. Aquellos que prefieren lo agradable ciegos conducidos por ciegos, yerran al fin de la vida. El brillo de las riquezas los obnubila, el ruido de sus fiestas les impide escuchar la voz de su alma que es parte del alma de Dios…”-

El Ramayana, La leyenda de Buda, el Panchatantra y otros documentos literarios sagrados, inciden en el tema eterno de la búsqueda de la felicidad y los polos extremos de la vida y la muerte. Entre las culturas prehispánicas abundan ejemplos y referencias practicadas de diversas maneras y representadas mediante humildes o vistosas ofrendas, para que los difuntos prueben los alimentos y bebidas que disfrutaron en vida. Todavía hay pueblos en el país que hacen de esta celebración una autentica fiesta para celebrar el retorno de las almas y convivir por algunos momentos con los sobrevivientes de las familias. Es oportuno mencionar que el proceso de evangelización promovido a la par de la conquista, modificó algunas de estas formas y las adaptó al ritual cristiano.

Nuestro país organiza el 31 de octubre en la noche y el primero de noviembre el recibimiento de las almas de sus seres queridos. El dos, es visita obligada a los panteones para añorarlos y orar por su eterno descanso. Cala profundamente en el espíritu del mexicano el culto a la muerte y la presencia aunque sea por breve tiempo de sus difuntos a quienes se les ofrecen platillos, bebidas, flores, luces, panes, vinos, postres, versos y música diversa. Visité hace tiempo una ofrenda en la que leí lo siguiente: “Nada está a salvo del destino no admires el poder ni odies al enemigo, no desprecies al que sufre”. Sin duda es una frase aleccionadora y verosímil, ciertamente el tono es íntimo, emotivo, pero no sentimental, reflexivo y apasionado. El mensaje de los ofertorios poéticos es didáctico e inconfundible. Recomiendo leer el soneto del poeta apaxtlense Hugo Figueroa Salgado, relativo a la muerte, publicado el lunes 24 de octubre del año en curso.

La obra clásica “El Laberinto de la Soledad” de Octavio Paz, considera que estas fechas son ocasión para reunirnos; somos un pueblo ritual y agrega que en pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros; sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y las cascadas de sorpresas de los frutos dulces y objetos que se venden en plazas y mercados. “El exceso en el gasto y el desperdicio afirman la opulencia de la colectividad. Ese lujo es una prueba de salud, una exhibición de abundancia y poder”. Agrega, “Efectivamente la fiesta es una expresión, un estallido, muerte y vida, júbilo y lamento, canto y aullido se alían en nuestros festejos no para recrearse o reconocerse sino para devorarse”.

Concluye con la siguiente aseveración: la muerte mexicana es el espejo de la vida de los mexicanos. La muerte nos seduce… El mexicano se cierra a menudo a la vida y a la muerte. El tema es abundante en registros y explicaciones. Freud por ejemplo advierte que “lo que no tiene vida existió anteriormente a lo vivo. El fin de toda vida es la muerte, una reina todopoderosa que nos precedió y seguirá aquí cuando desaparezcamos”. Por su parte Carlos Fuentes asienta: “la muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello, pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte sino en la ignorancia de la misma. Sabemos que un día vendrá pero nunca sabremos cómo es la compañera final e inevitable”.

Jorge Manrique escribió las célebres “Coplas” a la muerte de su padre, reproduzco un fragmento: “Recuerde el alma dormida/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida/ cómo se viene la muerte tan callando…/ Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir./ Ahí van los señoríos/ dispuestos a se acabar e consumir”.

Valgan estas líneas para evocar a nuestros muertos a quienes esperaremos de nueva cuenta el año venidero. RIP.
Noviembre 3 del 2022.

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