En Principio fue el Verbo

Por: José Rodríguez Salgado

En recuerdo del ilustre maestro igualteco Isaac Palacios Martínez, (RIP).

He comentado en esta columna mi gran devoción por las palabras. En cuanta ocasión se ofrece recomiendo respeto y cuidado a todo lo que sale de nuestra boca. Carlos Fuentes uno de los escritores más lúcidos de México decía que “la sociedad está sana cuando sabe que no han terminado las palabras que utilizamos para manifestar inconformidades, escepticismo, insatisfacción con el orden actual, cualquiera que éste sea”. Apoyaba su aseveración en el hecho evidente de la grave enfermedad que padecen los pueblos cuando creen que la historia está completa y todas las palabras dichas.

A lo largo de mi vida he insistido sobre el límite y alcances, fuerza y conocimiento que encierran los términos que utilizamos para comunicarnos y que cada cosa que nombramos es un arma que puede producir frutos y también tragedias. En efecto, cada conocimiento que adquirimos, cada técnica que inventamos, son un poder de ilimitadas posibilidades. En el campo del lenguaje descubrimos que es la primera y más grande de las riquezas, la que nos permite acceder a la patria humana, al universo del discurso que sólo pertenece a la humanidad y que posibilita oír y hablar para ser.

Apelo a mis amigos y lectores que recuerden que la función básica de la escuela es alcanzar la dimensión en que palabra y obra sean la misma cosa, por ello debemos cuidar el lenguaje para que los niños entiendan el significado de la identidad y su palabra que viene a ser su historia, ni más, ni menos. Los padres y profesores deben revelar al niño paulatinamente la verdadera naturaleza y sentido de las cosas, para que descubran la libertad de su mundo interior. Sólo queda esperar que con voluntad y dignidad sean el modelo de sí mismos y se eleven hasta el último peldaño. El acto de educar es una responsabilidad compartida.

Esa libertad es fruto de un esfuerzo infinito para alcanzar la propia expresión. Fray Luis de León señalaba en pleno Siglo de Oro Español que, la palabra sustituye a la cosa que nombra. Su fin es hacer que lo ausente nos sea presente y cercano y que lo que se aleja conserve en la imagen de su origen la significación de aquello de donde nace, no obstante ser sólo el sonido de una palabra. Al respecto don Isaac Palacios Martínez nos decía en 1955 que no podíamos concebir la palabra separada del ser. Ella crea el orden humano, es esencia y acompaña e ilumina toda la existencia. Con la primera palabra nace el primer hombre y principia la humanidad. El poeta y sabio igualteco se había formado en el Seminario Conciliar de Chilapa bajo la protección y enseñanza de calificados preceptores de los que aprendió que lo fundamental había sido “Palabra de Dios”, “Palabra de gracia”. Daban a entender sus mentores, que la palabra debía dejarse a los que estaban capacitados para la más alta santidad.

El maestro Palacios sostenía que “la palabra es aquello mismo que se nombra, no en el ser real y verdadero que una cosa tiene, sino en el ser que le da nuestra boca y entendimiento”. Se apoyaba en la afirmación de que el tránsito de la cosa al ser crea su imagen que es la palabra, que la cosa es la verdad, más en el entendimiento es la imagen de la palabra que vestida en nuestra lengua, logra la perfección y comunidad de las cosas.

El Doctor en Educación y ex sacerdote Gabriel de la Mora, (a quien tuve el honor de abrirle las puertas de la Escuela Superior de Ciencias de la Educación de la Universidad de Colima, para que compartiera sus conocimientos), se pronunciaba porque sus discípulos entendieran que “En Principio fue el Verbo” y afirmaba con seguridad que entre 1500 y 1900 este período debía ser conocido como “La Edad de la Frase”, así como en épocas anteriores se denominaron “Edad de Piedra” o “Edad de Bronce”, decía que las fechas están fijadas arbitrariamente y que en todas las épocas la humanidad ha vivido la verdad de las grandes frases de los hombres, “Amaos los unos a los otros”, “La verdad os hará libres”, “Proletarios del mundo, uníos”, “El respeto al derecho ajeno es la paz”, “Para saber hablar, es preciso saber escuchar”, “El que habla mucho, mucho peca”, “Entre menos palabras, menos litigios”, “No puede ser libre una nación que oprime a otra”, “La duda es el principio de la sabiduría”, “Pienso luego existo”…

La cruda realidad muestra que los seres humanos de casi todo el mundo viven con envidias, opresiones, invasiones, guerras y constantes agresiones dando el peor de los ejemplos a las generaciones venideras. Esopo tenía razón “La lengua es lo mejor y lo peor del mundo”. Hagamos buen uso de las palabras y vivamos en paz disfrutando la alegría interior.

Octubre 13 del 2022