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Estados Unidos, Las calles de Los Ángeles se tiñeron de azul y blanco bajo un sol de noviembre que parecía brillar solo para ellos. Shohei Ohtani, Mookie Betts, Yoshinobu Yamamoto y el resto de los Dodgers viajaron sobre autobuses descapotables frente a una marea humana que coreaba “¡Let´s Go Dodgers!”, celebrando el segundo campeonato consecutivo del equipo y el comienzo declarado de una dinastía.
UNA CIUDAD RENDIDA ANTE SU EQUIPO
Desde temprano, las avenidas del centro se convirtieron en una extensión del Dodger Stadium. En cada esquina ondeaban banderas, pancartas con las letras “B 2 B” y camisetas que resumían el sentimiento colectivo: “Arruinemos el beisbol”, haciendo referencia a la famosa frase del manager Dave Roberts.
El desfile culminó en el estadio, donde más de 50 mil aficionados cantaron junto con Ohtani, quien tomó el micrófono y prometió más historia. “Estoy listo para conseguir otro anillo el año que viene”, dijo el japonés, sonriendo mientras su esposa Mamiko Tanaka le tomaba una foto.
La ovación fue inmediata. La tarde no sólo sirvió para celebrar a sus estrellas, sino también al primer equipo que en 25 años logró retener la corona de la Serie Mundial.
Dodgers venció en siete juegos a Toronto en uno de los clásicos de otoños más memorables de la historia.

ORGULLO JAPONÉS, ESPÍRITU ANGELINO
El MVP de la Serie Mundial, Yoshinobu Yamamoto, apareció con gafas oscuras, gorra hacia atrás y una camiseta negra que decía “Campeones de la Serie Mundial”. Saludó desde el autobús mientras la multitud lanzaba confeti azul y blanco. Su compañero Roki Sasaki celebró el día doblemente ya que fue su cumpleaños 24.
Los cánticos de “¡Arigato!” se escucharon desde Temple Street hasta el Dodger Stadium. Era la forma de agradecer a los peloteros japoneses que, junto a un núcleo de estrellas como Freddie Freeman y Mookie Betts, han redefinido el poder de los Dodgers.
“Estos aficionados son una locura. Siento que este año hay el doble de gente que el pasado”, sostuvo Freeman.
KERSHAW, LÁGRIMAS Y LEGADO
Entre los momentos más emotivos del día, Clayton Kershaw, recién retirado tras 18 temporadas, levantó la mano para contener las lágrimas.
Le dije a Freddie que iba a intentar no llorar hoy. Los Dodgers significan tanto para esta ciudad… terminar así es perfecto”, externó con emoción Kershaw.

El trofeo del Comisionado, transportado en un descapotable azul por el rapero Ice-T, fue recibido con una ovación que hizo vibrar el estadio. En el escenario se colocaron los dos trofeos consecutivos, uno al lado del otro, como testigos de una era que los jugadores aseguran no ha terminado.
“SOMOS UNA MALDITA DINASTÍA”
Kiké Hernández, con el tono irreverente que lo caracteriza, puso las palabras que todos esperaban. “Todos preguntan por una dinastía”, gritó. “¿Qué tal tres títulos en seis años? ¡Somos una maldita dinastía, nena!”.
La multitud respondió con una ola azul de banderas y teléfonos en alto.
El entrenador Dave Roberts levantó los brazos y el trofeo mientras el público rugía. “Esto no termina aquí”, aseguró. “Hemos construido algo que apenas comienza”.
Cuando la música de “I Love LA” sonó por los altavoces y los jugadores caminaron sobre una alfombra azul hasta el escenario, en donde sentenciaron que su dominio no terminará pronto.
Los Ángeles volvió a vivir una jornada que une generaciones. Desde los abuelos que vieron a Fernando Valenzuela hasta los niños que hoy coleccionan las estampas de Ohtani, todos gritaron lo mismo.
“¡Let´s Go Dodgers!”.
