Servicios AINI
Roma, Italia, El estadio Olímpico de Roma fue escenario de uno de esos momentos que quedan grabados en la historia del futbol. En la segunda jornada de la fase de liga de la UEFA Europa League, Lille venció 1-0 a la Roma en un partido que parecía cerrado, pero que terminó con una definición digna de película, gracias a la espectacular actuación del arquero turco Berke Özer, quien detuvo tres penales consecutivos en los minutos finales.
El conjunto romano llegaba motivado tras un buen inicio de temporada y buscaba su segundo triunfo en el torneo, pero se topó con un rival francés que mostró solidez y personalidad en uno de los estadios más complicados del continente. El gol solitario le bastó a Lille para sumar tres puntos de oro y complicar las aspiraciones de los dirigidos por Gian Piero Gasperini.
EL FINAL MÁS DRAMÁTICO DE LA JORNADA
Cuando parecía que Roma no tendría más oportunidades, el árbitro marcó penal tras una mano dentro del área del defensor argelino Aïssa Mandi, confirmada tras la revisión en el VAR. La afición local explotó de emoción, convencida de que su equipo tendría el empate en sus manos.

El recién ingresado Artem Dovbyk fue el encargado de ejecutar, pero Özer atajó en gran forma. El disparo fue repetido porque el arquero se adelantó, aunque el resultado no cambió: otra vez Özer se impuso.
En medio de la tensión, el argentino Matías Soulé pidió el balón para asumir la responsabilidad. Sin embargo, el portero turco volvió a vestirse de héroe, volando sobre su derecha para detener también el tercer intento. La incredulidad invadió a los hinchas de la Roma, que vieron cómo el empate se escapaba de manera insólita.
LILLE SE AFIANZA Y ROMA PIERDE TERRENO
La hazaña de Özer quedará como una de las escenas más recordadas de esta edición de la Europa League. Para Lille, este triunfo significa dar un golpe de autoridad y posicionarse con fuerza en busca de la clasificación directa.
Roma, en cambio, se marchó con frustración, sabiendo que desperdició una oportunidad única para mantenerse en lo más alto de la clasificación. La imagen final fue elocuente: un equipo francés celebrando en silencio en la capital italiana y una Roma desconcertada, víctima de un portero que firmó una noche inolvidable.