Israel Salgado Urióstegui
Iguala, Gro., La conmemoración del Día de Muertos se encuentra completamente distorsionada, pues ya no se mantiene el culto a los difuntos como una muestra de afecto hacia quienes se adelantaron en el camino.
Una de las formas de expresar ese cariño era a través de la ofrenda, un acto meramente simbólico. “No creo que la mayoría de la gente piense o tenga la creencia de que verdaderamente el difunto viene ese día y prueba lo que más le gustaba, como el chocolate, un pan, su coca, un tequila o una cerveza”, señaló el historiador Julio César López Uriza.
Agregó que la ofrenda es, en realidad, un simbolismo: “Yo lo hago; me pongo mi copita de tequila o de mezcal, mi pan, y me pongo a acordarme de mis padres. Se trata de un ritual en beneficio de uno mismo”.
Recordar a una persona que significó tanto en la vida representa un alivio para el alma, una especie de catarsis espiritual; incluso es una muestra de gratitud hacia alguien que ya no las verá ni sentirá, pero que permite a quien las realiza sentirse bien consigo mismo, aliviado y, en cierto modo, sanado.
Sin embargo, esa esencia se está perdiendo. Hoy, muchas veces las ofrendas se colocan únicamente como recordatorio social de que somos seres mortales o para rendir homenaje a personajes fallecidos en determinado periodo.
Se trata de una tradición muy valiosa, pero que para muchos ya no cumple con su sentido original, pues poco a poco ha sido influenciada por el Halloween, lo que ha provocado su distorsión.
Actualmente, el Día de Muertos se ha convertido más en una temporada comercial que en una expresión de fe y recuerdo, con el propósito de vender y gastar, lo cual resta valor a lo verdaderamente tradicional.