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Ciudad de México, Septiembre 17.- Cuando un vehículo quema combustible para mover su motor, la combustión no es perfecta. Las cadenas de hidrocarburos que forman la gasolina o el diésel se queman y se transforman en su mayoría en dióxido de carbono y agua. Pero como esta quema no es perfecta y el combustible puede tener impurezas, aparecen otros compuestos como el monóxido de carbono o los óxidos de nitrógeno.

Estos gases pueden provocar severos problemas respiratorios. El monóxido de carbono, por ejemplo, al entrar en los pulmones se une de forma irreversible a la hemoglobina de la sangre e impide que pueda llevar oxígeno a los órganos del cuerpo. Esta situación, llamada hipoxia, puede ser fatal, ya que el órgano que más sufre la falta de oxígeno es el cerebro y, sin este aporte, puede dejar de funcionar correctamente.


Los óxidos de nitrógeno, por otro lado, también son peligrosos, puesto que pueden provocar irritación de las vías respiratorias y, a largo plazo, daños en el corazón y una reducción de la función de los pulmones. Además, al combinarse con el agua del ambiente se forma ácido nítrico, un contaminante que puede provocar lluvia ácida, que afecta tanto a bosques como a ecosistemas acuáticos.


UN CATALIZADOR QUE ACABA CON “CASI” TODO


Por ello, desde los años 70 los vehículos están obligados a llevar un catalizador, esto es, una pieza que se sitúa entre el motor y el silenciador previo al tubo de escape por donde pasan todos los gases antes de ser expulsados. Dentro del catalizador se encuentran tres metales de transición: rodio, paladio y platino, que se valen de las leyes de la química para hacer un poco de «magia».


Concretamente, estos tres metales son especialmente interesantes en los laboratorios químicos por su capacidad de ceder y de tomar electrones de otros elementos. De este modo, pueden acelerar las reacciones que, de otro modo, tardarían mucho tiempo en tener lugar. Estos «aceleradores de la química» reciben el nombre de catalizadores y, de ellos también proviene el nombre de la pieza mecánica. Aunque de forma más profesional se la conoce como convertidor catalítico.


Concretamente, se estima que un catalizador reduce las emisiones tóxicas de los coches hasta en un 99%. Por ello, como indican en la Asociación Americana de Química, la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos los considera uno de los inventos más importantes de todos los tiempos.


¿PERO CÓMO FUNCIONAN?


En cualquier vehículo, cuando los gases del motor llegan al catalizador, primero pasan por una zona que contiene platino y rodio. Estos metales aceleran las reacciones de reducción, es decir, aquellas en las que una molécula pierde oxígeno o gana electrones. Así, los óxidos de nitrógeno pierden su oxígeno y se transforman en nitrógeno (N₂) y oxígeno gas (O₂). De este modo, el que antes era un gas tóxico se convierte en los dos gases más abundantes de la atmósfera.


Una vez se ha llevado a cabo esta reacción, los humos siguen su camino y pasan por otra zona que contiene de nuevo platino, pero esta vez junto con paladio. Esta combinación de metales favorece las reacciones de oxidación, es decir, aquellas en las que se gana un oxígeno o se pierden electrones. Ahí, el monóxido de carbono gas y otros hidrocarburos que no se han llegado a consumir se transforman en dióxido de carbono, un gas que, si bien sigue teniendo sus problemas, no es tan tóxico como el monóxido de carbono y agua.


POR QUÉ ES UNA DE LAS PIEZAS QUE MÁS SE ROBA


Con la entrada de nuevas políticas medioambientales cada vez más estrictas, la demanda de paladio, rodio y platino ha aumentado hasta niveles nunca vistos. Estos metales ya son raros de por sí, pero si a este hecho se le suman las luchas comerciales, el resultado es una subida de precios imparable. Debido a otros agentes externos, como la pandemia, el precio del rodio llegó a alcanzar 10 veces el precio del oro en 2021, (a fecha de escribir este artículo sólo lo duplica) mientras que el platino y el paladio se mantienen a aproximadamente un tercio del valor del oro.


Aunque la composición exacta depende de cada fabricante, cada catalizador de un coche contiene unos pocos gramos de la combinación de estos metales preciosos. Por ello, cuando el precio de los metales sube, como ocurrió a principios de la década, los amigos de lo ajeno sustraen estas piezas para revenderlas en el mercado negro.